Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


domingo, 18 de diciembre de 2011

Nanorrelato nº 169. Por fin

Noté algo extraño, repentino, sorpresivo. Me miré al espejo y…, no era yo: me había convertido en mi hija. Lo primero que me vino a la cabeza, lógicamente, era que estaba inmerso en un sueño. Abrí y cerré los ojos varias veces a modo de maniobras de reanimación con el objeto de supuestamente despertarme, pero nada: era ella. Insistí. Me lavé la cara una y otra vez, con el mismo resultado. Desde fuera se oía mi voz discutiendo, fuerte, desagradable, como siempre centrado en mi ombligo, en mis problemas. Sentí vergüenza. Un pudor horroroso, intenso, oscuro…. Pero, esa sensación desagradable me devolvió a mi aspecto primigenio. Salí del baño y…, preparé el desayuno. Nunca he dejado de cantar desde aquel momento.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Nanorrelato nº 168. Como los mayorzotes

    A ver chicos y chicas, como repaso para el verano, la tabla del cinco.
    CINCO POR UNA ES CINCO, CINCO POR DOS DIEZ, CINCO POR….
    Perfecto. ¿Los planetas del sistema solar son?
    MERCURIO, VENUS, LA TIERRA, MARTE, JÚPITER….
    Muy bien. Ahora venga, ¿La capital del mundo civilizado es?
    ¡WALL STREET!
    Estupendo. ¿De dónde emana nuestra amada libertad?
    ¡DE LOS MERCADOS!
  ¡Madre mía! Que contenta me quedo. Que aplicados sois. Pues ale: a descansar en vuestras merecidas vacaciones de verano. Nos vemos dentro de..., a ver dejadme calcular…, siete días. ¡Toda una semana! Como los mayorzotes, como las vacaciones de vuestros papis.... ¡Que disfrutéis!
                              Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

lunes, 5 de diciembre de 2011

Nanorrelato nº 167. La verdad

<<Así que, ¿ésta es la verdad?>> exclamó nuestro protagonista ante el descubrimiento de lo que hasta ese momento desconocía. << ¡Ésta es la verdad!>> volvió a repetir, pero en esta ocasión lo hizo en un tono mucho más bajito, como si el peso de lo descubierto incidiera directamente en sus cuerdas vocales entorpeciendo su normal vibración. <<Así que…ya conozco lo que es cierto>>  <<Eh…, no te equivoques>> sonó su voz, pero esta vez desde su interior, puenteando a sus cuerdas vocales. <<En los tiempos que corren, ni se te ocurra ponerle  ningún apellido a la verdad, y menos el de cierta. >>

jueves, 1 de diciembre de 2011

Nanorrelato nº 166. A un tris

Cuando la vida se le sentó al lado no sintió nada especial. De hecho, pensó que aquello no iba con él. Cuando la vida le tocó con la rodilla intentando llamar su atención, siguió en la misma postura manteniendo la creencia de que aquel aviso era fortuito y, por tanto: ni caso. Cuando la vida le tocó en el brazo intentando que le hiciese caso, siguió en sus trece de que todo seguía sin tener protagonista. Pero…, cuando la vida se enfadó, se levantó, y agarró a una señora vestida de negro que se apoyaba en el extremo de una guadaña para sujetarse y se la sentó enfrente, es cuando por fin se dio cuenta de que el sujeto más importante de aquel pequeño teatro era él.

— ¡Has estado a un tris, imbécil!— .

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Nanorrelato nº 165. Bipartición

Érase una vez una bacteria muy buena. Digo buena porque no quería hacer daño a ninguna célula, aunque pudiese de sobra. Todas sus compañeras de cepa se reían vehementemente mientras colonizaban y atacaban sin piedad  sus objetivos, mientras que ella no lo hacía. Nuestra amiga simplemente se dividía, y su bondad era repartida entre sus dos hijas recién nacidas, las cuales seguían siendo objeto de mofa. Pero curiosamente, las risas sólo estaban dirigidas a una de ellas, ya que la otra bacteria resultante de la división dejaba rápidamente de ser buena y se convertía en mala; vamos, en normal, como el resto. Así que, por ahora (hasta el término de este nanorrelato), siempre quedaba una buena.
 — ¡No está todo perdido, chicas!— se decían unas a otras, las células supervivientes.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Nanorrelato nº 164. Más triste que contenta

Lo había visto muchas veces. Sí, en la televisión, algún que otro sábado medio dormida. Pero sólo cuando se aproximaba el día…alcanzaba a ver el verdadero significado de ese gesto de la madre cuando sabe que su polluelo ya está listo para volar. Esa expresión resultante de la amalgama entre la alegría infinita por la sabiduría transmitida, y la tristeza ilimitada por el resultado alcanzado, por el inevitable final. Ese mismo semblante que mañana tendría al despedir a sus alumnos, ya un añito mayores. Cómo todos los años, más triste que contenta.

Dedicado a tod@s los maestros y maestras.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Nanorrelato nº 163. Para siempre

Antes sólo era un espacio, un lugar normal y corriente, un sitio donde poder sentarse, leer, dormir, llorar, reír…, y tantas y tantas cosas que, sin pensar mucho, se pueden realizar en una dimensión como a la que me estoy refiriendo. Pero un día, concretamente una tarde, dicho volumen fue ocupado por alguien, una personita que, de todas las cosas que acabo de relatar, hizo la que era más importante para ella: jugar. Y aquel lugar evolucionó instantáneamente a la categoría de feliz. Y…, para siempre.
Cuadro realizado por el pintor Andrés Calderón Sánchez

viernes, 11 de noviembre de 2011

Nanorrelato nº 162. Jamás

A diferencia de sus anteriores reencarnaciones, ésta, de la que estamos hablando, le marcó más. Tanta fue su importancia que, a pesar de la imposibilidad divina en la existencia de la más mínima contaminación entre las distintas vidas, arrastró en todas las siguientes cierta parte indestructible. Sí, jamás pudo olvidar, nunca, ni siendo aquel capitán de barco, aquel carpintero bonachón, aquella lombriz lozana, aquella grulla comedora de lombrices, aquel preso de conciencia, aquel feliz cocinero…, jamás pudo olvidar el dolor sufrido durante el maltrato vivido en aquel nefasto matrimonio. Jamás pudo deshacerse totalmente de las humillaciones, los golpes, las hirientes lágrimas tanto de ella como de su hijo, amarrado a su pierna, al palo mayor, rezando en bajito que pasara pronto la tempestad. JAMÁS.
Cuadro realizado por el pintor Andrés Calderón Sánchez

lunes, 31 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 161. El ochomil

La alegría presentó su cara más bonita conforme se iba agrandando la luz del final del lóbrego túnel. La cobardía, a su vez, en el mismo recorrido, se iba haciendo más y más espesa. Llegó un instante infinitesimal donde ambos factores se equilibraron en masa y energía cuando, personado al final, una gran montaña de blanquísimas nieves apareció. Pero al cabo de un rato, no muy largo, la cobardía se fue deshaciendo cual cúbico azucarillo en un cortaito bien caliente, ya que su medio natural, la oscuridad del túnel, había desaparecido ante la luz reflejada por la nieve de la inmensa mole. Así que acompañado, ahora sí, sólo por la alegría, comenzó su ascenso.

martes, 25 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 160. Lo mejor de lo mejor

<<Ésta es la definitiva sin ninguna duda>>, musitó. Se había aprendido de memoria todos los ingredientes y sus exactas cantidades. Fue expresamente a comprar al mejor y más afamado colmado de la ciudad, el más profesional conjunto de perolas y demás utensilios necesarios. Contrató el mejor gas-ciudad imprescindible para que funcionase la mejor cocina a la perfección. Había dormido doce horas antes de realizar “su comida”. Desconectó el teléfono fijo, tiró a la basura el móvil, arrancó de cuajo el timbre de la puerta, todo ello con el objetivo de evitar cualquier influencia del exterior que pudiera distraerle en su cometido. Y…, comenzó a cocinar ajustándose milimétricamente en todas las acciones necesarias. Una vez terminada la probó: nada, no sabía bien. Se sentó en la primera silla que apareció ante él con la desesperación por compañera. Claro —pensó— la sal, no tiene sal. Bueno, tengo que añadir que siempre se le faltaba, mejor dicho, siempre se le olvidaba.
                    Cuadro realizado por el pintor Andrés Calderón Sánchez

jueves, 6 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 158. Y...por fin

Y…por fin. Sí, sin más y sin menos. Eclosionó él, lo que llevaba dentro, lo que siempre había sido, lo que encajaba a la perfección con el planeta en el que habitaba. Y una vez estuvo fuera, lo agarró y se lo puso a modo de poncho y empezó a pasearse por el planeta, anteriormente citado, muy chulito. Y empezó. Y…por fin.

Cuadro del pintor Andrés Calderón Sánchez

miércoles, 5 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 157. El nadador

Por fin (ya era hora) se quedó en calzoncillos. Sí, ya, debería haberlo hecho antes, pero que le vamos a hacer. Llegó hasta el borde con el océano atlántico, miró todo lo que le quedaba por cruzar y, sin pensarlo ni una vez, se tiró; y comenzó a nadar, al estilo perrito, que era el único que sabía ¡Vaya escena, un tío en calzoncillos nadando como su abuela! ¿Y? Bueno, todavía sigue nadando, surcando el atlántico hasta dar con su destino. Parece que va en buena dirección. Ya veremos.

martes, 4 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 156. La brujita

Érase una vez un fantasma que durante muchísimos siglos había estado equivocado. Vamos, era un ente de errónea actitud. Por razones que no ha lugar explicar aquí, se había dedicado a asustar, amedrentar, acojonar, pensando que esa forma de actuar era la correcta. Pero un día llegó al castillo donde desarrollaba sus fechorías, una bruja de aspecto amable pero de gran genio. Inicialmente el fantasma la asustó, la amedrentó muchísimo. Pero la brujita, que era más mala leche que bruja, de un mandoble le quitó la bola. Y el fantasma se dio cuenta de que era ese férreo objeto el culpable de todos sus errores. Y sabéis lo que pasó, pues que se quitó la sábana, la puso como mantel en el suelo y se pegaron una merendola eterna, porque eso sí, las capacidades mágicas de fantasma no las perdió. ¡Y que gordita se puso la bruja!

lunes, 3 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 155. El urogallo

El urogallo volvió a inflar su roja papada con el objetivo de intentar un “picopala” con la urogalla. Bueno, no es del todo cierto. La verdad es que estaba solo, frente al espejo, aunque la lejanía de la urogalla era lo más próximo que había sentido en su vida. <<Qué urogallo más raro>> pensó el veterinario <<le quitaré el espejo para que deje de hacer el imbécil>> En ese instante, el urogallo que tenía la capacidad de leer en la mente de las personas, pero no en la mente de las urogallas curiosamente, le metió un picotazo de advertencia. <<Déjame mi espejo>> graznó <<soy un urogallo equivocado, pero valiente. Y me mola ser así>>

Nanorrelato nº 154. Un día de playa

Las escaleras que componían el camino hasta la playa se habían empinado peligrosamente. El mar estaba helado. La espuma hacía un ruido desagradable, como cuando se arruga una bolsa de plástico eterno. La arena, compacta, no se dejaba acariciar por los pies. El sol, oculto tras una nube, perdón, dos nubes, densas, opacas, apenas podía entregar algún esperanzador fotón, aunque también daba la impresión de cierta vagancia en la proyección de luz. Las olas rompían con genio sobre los tobillos, como regañándolos por su osadía. El bañador había absorbido una humedad de consistencia parecida a la mermelada, que a cada segundo hacía una llamada de incomodidad y desasosiego. El camarero del chiringuito, mientras le servía un café amargo y repleto de posos, le dijo << márchese. Ésta ya no es su playa>>

domingo, 2 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 153. Que empiece por in.

Tres horizontal:
Incomunicado en su celda, insonorizado interiormente, inhabilitado para perdonarse, incomprendido por él mismo; además de…, insuficiente ante todo y toda.
Tres vertical:
Incomunicado en su celda, insuperable en estupidez, incapaz de capacitarse, impresionante hombre (no, empieza por im), inherente a la culpa.

Incomunicado en su celda. Inhumano
Crucigrama hecho. Ale, hasta el próximo. No se me resiste ninguno.

Nanorrelato nº 152. Informe destruido

      —    ¿Has visto a ese tipo, Dextro?
    Sí, Levo.
    ¡Por las barbas de un tigre neptuniano…!
    Ya. No le mires. Es mejor.
    Voy a pasarle el escáner.
    Bueno…
    ¡Caramba! No tiene ninguna enfermedad incurable, ni ninguna desgracia familiar, ni nada habitual en los humanos con esa expresión ¿De dónde le vendrá esa desesperación? Ummmh…voy a penetrar en su cabeza mediante el lector de encéfalos. Ya es por curiosidad…
    Te dije que no le miraras. Haz lo que quieras. Ya verás…
    Pero ¿cómo es posible? Madre mía lo que acaba de desencriptar el lector.
    Mira que te lo llevo avisando rato y rato. No hay más que verle para darse cuenta de que…me voy al baño. Tengo ganas de vomitar.
    Bien.
……
    Ya estoy aquí. Me he tenido que tomar un primperan venusiano.
    Siguiendo con el tema, Dextro, así no le podemos dejar. Ese tipo, ahora me acuerdo de otro viaje, antes tenía un proyecto y era medianamente feliz.
    Está bien. Pero hazlo rápido y borra el informe, que luego nos dicen en la Comandancia que si “jugamos a ser dioses”
    La verdad, Dextro, es que ya lo desintegré mientras estabas en el baño.
    Lo sabía. Por eso me fui. Venga, borra los datos y justifica el disparo láser con cualquier cosa.
    Ahora mismo.

sábado, 1 de octubre de 2011

Nanorrelato nº 151. Reconocería

Y al abrir la ventana…reconocería esos dedos desde el otro extremo de la galaxia. Reconocería esas piernas desde el más allá. Reconocería esa postura feliz mejor que cualquier otra cosa en la Tierra. Reconocería esa pose de descanso sobre cualquier otra cosa. Reconocería esa culpa, ésa en concreto, de entre todas las existentes en el mismísimo averno. Reconocería la otra silla vacía como la úlcera más dolorosa. Reconocería lo que existía detrás de esa postura como vivido por él, como el recuerdo más agradable. Reconocería el sabor de las rosquillas naranjas. Reconocería al lobo estepario a la primera, de hecho, fue él quien le enseñó la foto. Reconocería su desorientación de entre todas las señales del universo. Reconocería su derrota. Se acabó. ¿Y ahora? 

Nanorrelato nº 150. La lavadora

Una mañana, nada más levantarse, notó que algo raro le hacía compañía. Tardó unos segundos en descubrirlo pero consiguió llegar a la conclusión de que: le era imposible oírse. Todos los sonidos exteriores, el ruido del tráfico, la lavadora del vecino centrifugando obedientemente, el perro del mismo vecino intentando comunicarse con dicha lavadora, penetraban correctamente en su cabeza y a un volumen normal. Pero él no. Se había convertido en una especie de sordo interno con las consecuencias nefastas de dicha “enfermedad”, qué entre otras estaría la de no volver a decidir nada, ya que la comunicación entre él y él mismo estaba rota. Así que no le quedaba otra que esperar las órdenes del exterior. Fue de inmediato a hablar con la lavadora…, y el perro le mordió (claro, no se iba a colar tan descaradamente. El chucho estaba primero)

Nanorrelato nº 149. Echarse a la mar

Surcaba la noche en su pequeña barca. Navegaba por esa delgada franja de océano, ese límite estrecho donde se besan el sueño y la vigilia. Era un valiente marinero, ya que, como toda “persona de mar” sabe, esa zona es la más peligrosa, donde las olas rompen de forma más desgarrada contra la bóveda craneal, donde las corrientes son de tal magnitud que arrastrarían al más saludable de los transatlánticos al fondo de los fondos en un santiamén, donde los sueños y la verdad tienen la misma tonalidad y se confunden, y peor: se amalgaman. Pero repito, aunque pareciera un cobarde, aunque creyese que lo era para ser más exacto, navegaba sin ser consciente de su valentía por el segmento de agua donde muy poca gente es capaz de “echarse”. Y encima, con una pequeña y cansada lancha, la fisquita.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 148. La chimenea

Una de sus múltiples vidas, quizás la más destacable de todas hasta el momento, fue aquella en la que pasó dicho tramo temporal en forma de chimenea. No era una chimenea de fábrica, grande y lustrosa, importantísima para mucha gente y…, de difícil defensa desde el punto de vista del cambio climático. No, era una chimenea pequeña, de casa normal. Tenía un buen tiro, el cual permitía holgadamente calentar el hogar de su dueña. Pero un buen día, confiada, perdió el sombrerete que protegía el conducto de las lluvias y demás inclemencias, con lo que en el primer aguacero las llamas inferiores se apagaron, con la consiguiente bajada de la temperatura y malestar de la dueña. Intentó explicar que ella no tenía “toda” la culpa, de hecho reaccionó lo más ágil que pudo y consiguió otra protección mucho mejor y más duradera que la perdida. Pero su dueña pensó que había sido el colmo su comportamiento y, sin mediar palabra, o mediaron pocas, en un antes y un después rapidísimos, la sustituyó por una estufa de butano, con lo que ya no era necesaria, es más: molestaba; así que la taparon con un sólido muro y, el resto de esa vida  hasta la siguiente reencarnación, la pasó en silencio. Bueno, en silencio y echándose la culpa, comportamiento por otra parte normal entre las chimeneas.

Nanorrelato nº 147. Para Óscar...

No pudo ser. Ni todo el amor del mundo, ni todas las palabras esperanzadoras, ni tan siquiera la fuerza gravitatoria producida por los nueve preciosos años de su flor más querida, pudieron evitar que esas “putas células” dejaran de dividirse a su antojo. Y todo estalló en mil pedazos y, el pavor, la desesperación, el vacío más absoluto, ese que dicen que es científicamente imposible de conseguir, se adueñaron sin permiso de todo. Pero…un buen día, se levantó de un salto y cogió con todas sus fuerzas esa escoba con la que muchas veces habían barrido juntos. Y, a escobazo limpio los expulsó, y limpió su hogar. Y…ella sonrió. Y él la escuchó.

Nanorrelato nº 146. Superhéroe

Desde niño, uno de sus más grandes deseos, una de sus más importantes aspiraciones, era la de convertirse algún día en superhéroe. Soñaba con surcar el cielo envuelto en una majestuosa y respetable capa roja o saltar de edificio en edificio mediante telarañas eyectadas desde sus muñecas o …, siempre por supuesto, con el objetivo de ayudar al prójimo, a sus semejantes y no tan semejantes; de sembrar el bien, vamos. Y…, el destino le hizo caso. Su petición debió de ser tan potente que desde el mismísimo olimpo se le otorgaron esos superpoderes declamados con tanta ansiedad, devoción y ética. Pero…, no pudo ayudar a nadie nunca, ya que se convirtió en el hombre invisible. A veces, los dioses se podían estar quietecitos (perdón por el comentario de este impulsivo y vehemente narrador)

Nanorrelato nº 145. El nido del cuco

Volvieron a explosionar la inestable mezcla de sueños, sentimientos y verdades. Cómo si se tratara de una demolición controlada, saltó de nuevo por los aires otro trozo más de maltrecho encéfalo. Fue tan potente que no sólo le hizo tambalearse, que también, sino que le sacó de la cama para irlo a colocar de cuclillas en un rincón. Después de la onda expansiva vinieron la vergüenza y el silencio, y éste, a su vez, traía de la mano a la soledad. Se puso a enfriar los restos incandescentes de la detonación, los cuales, gracias a la culpa, se mantuvieron largo rato al rojo vivo. 

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 144. El dédalo

Recorrió, desde primera hora de la mañana, arriba y abajo, el laberinto. Lo atravesó tantísimas veces…, que pasó a ser familiar, y a perder, por tanto, las principales características de un dédalo: sorpresa y esperanza. Se convirtió, así, en un camino habitual. Ya no había recovecos ilusionantes, ni esquinas sorpresivas, ni pasillos esperanzadores. Y… nada cambió, claro, ya que no encontró lo que buscaba: ese maldito punto de no retorno.

martes, 27 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 143. Dos colores

Una vez tuvo un sueño. Fue uno especial, de los que se recuerdan después de despertarse, de los que parece que no lo has soñado sino vivido. De todas maneras, tengo que apuntar que no era difícil el hecho de rememorarlo, ya que estaba compuesto de imágenes muy sencillas: soñó exclusivamente con los colores blanco y azul. Sí, ambas tonalidades jugaban en el espacio, se fundían como dos gases para luego separarse y adquirir una intensidad arrolladora, una ola de felicidad. Así que, haciendo caso a su subconsciente, se propuso buscar el resto de su vida ambos colores, es decir, se puso manos a la obra para ser feliz.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 142. El matrimonio (III)

      —    El tipo del que me hablaste ha venido hoy a la consulta.
    ¿Hoy? Perfecto.
    Sí. Esta misma tarde.
    Le habrás echado.
    Claro; cómo iba a hacer otra cosa…
    Perfecto. El jefe se pondrá muy contento. Pronto…otra alma que…en fin.
    Me dio un poco de pena…no ayudarle.
    Sssh. No digas eso. No se te ocurra volverlo a decir ¿No ves que “él” te podría oír? Imagínate lo que te haría si intuyese que eres  débil, que puedes abandonar, traicionar al “lado oscuro”.
    Llevas razón. Pero me dio pena. Parecía un buen tipo. Con una pequeña ayuda…
    Ya te dije que tendrías que olvidar por completo que eres médico. Ahora sirves a otros ideales.
    Ya.

Nanorrelato nº 141. El marido (II)

      —    Bien. Me parece correcto lo que plantea usted.
   Estoy desesperado. Necesitaría algún adelanto, doctor, alguna respuesta que me hiciese incorporarme un poco.
    ¿Una respuesta? Cómo… ¿una adivinación?
    Sí. Sí. Exacto.
    Un momento…ahora que voy hilando… ¿usted no es el que ayer estuvo en el gabinete de mi mujer?
    ¿Su mujer? No le entiendo.
    Sí. Mi mujer es tarotista y ayer, por lo visto, un tipo que la había cagado tirando su futuro por la taza del water, fue a que se lo leyera. ¡Qué poca vergüenza! Sí, es usted, no me diga que no, el del nanorrelato anterior.
    Eh…sí. Pero usted es terapeuta.
    Por eso, lo mismo que le dijo ella le contesto yo. Bueno, yo no tengo el mismo arranque que ella así que no le voy a echar de la consulta, pero…cuando quiera puede levantarse e irse, caballero.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 140. El tarot (I)

      —    ¡Pero bueno! ¿Qué hace usted aquí? ¿A qué coño ha venido?
    No la entiendo. Pues…
    ¿Pues qué? — dijo todavía más furiosa, si cabe.
    A intentar…, averiguar mi futuro.
    ¿Mi futuro? ¿Su futuro? — respondió la adivina tirando de un manotazo todas las cartas del tarot por los aires— haga el favor de no insultarme, caballerete, y vuelva por donde ha venido. Y tenga. — le entregó de malos modos los sesenta euros convenidos por la adivinación.
    Pero…, perdone…, no la comprendo.
    Es usted un imbécil. Ha tirado su futuro por la ventana. Usted lo conocía perfectamente, sabía que iba a ocurrir…, y lo tira: ¿Qué quiere que yo le adivine? ¿Qué pretende usted de mí?  Fuera de mi casa.

Nanorrelato nº 139. Su bata

Partió el cohete, la preciada nave, su joven proyectil. Se elevó a una velocidad descomunal, claro, él no estaba dentro y, seguramente, habría sido un lastre (pensó). Le deseó lo mejor en su viaje intergaláctico. Una vez que desapareció de su cansada vista, observó que sólo la alfombra roja que habían traído para el despegue, quedaba como prueba irrefutable de que “así” había sido, como aval de la verdad. Volvió caminando pausadamente hasta su casa. Allí, colgada detrás de la puerta le esperaba su bata, tejida con vejez. Se arropó con ella, serenamente, sin reproches. Era su decisión. Cerró la puerta. 

sábado, 24 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 138. Por fin

Por fin, la decisión se hizo materia en el centro exacto de su mente y lo más escorada posible de su alma. Ahora, a partir de ahora, de una vez por todas tenía un proyecto. Todo se detuvo, y la ‘importancia’ se convirtió en una débil pátina que recubría ciertas ideas. La libertad, en su más pura forma, invadió cada uno de sus poros; esos que antaño habían servido para introducir las sensaciones más poderosas que pueden albergarse en el universo. Todavía sus poros, su piel, servían para algo. La  fatalidad no se los había inutilizado del todo. La decisión era correcta entonces. Sonrió. Por fin

Nanorrelato nº 137. ENCANTABA

Cómo le ENCANTABA ser de la forma que era, así de idiota, aunque ello le desgastase cruelmente, de la misma manera que hace el fondo del mar con los pecios. Le gustaba escribir poesías en pequeños trocitos de papel que luego lanzaba por la ventana con la esperanza de que alguien los leyese. También, a veces, en esas mismas pequeñas hojitas, dibujaba bonitos amaneceres y…con el mismo método y resultado: no pasaban de la primera alcantarilla, ya que en cuanto salían a la calle, tanto las letras como las acuarelas, eran pisoteadas por sus congéneres y, por tanto, repito, acababan en forma de lodo parduzco junto al resto de detritus supurados por la ciudad. Él lo sabía, era consciente de lo imbécil que estaba siendo, pero…, es mentira: no le ENCANTABA. 

Nanorrelato nº 136. El metalúrgico

Un día, concretamente una mañana radiante, sus pies que antaño habían sido capaces de recorrer enormes distancias, de llevarle raudo y veloz a donde le necesitaban, de subir y bajar por la vida sin el menor resuello, aparecieron recubiertos de una gruesa capa del más puro plomo. Inmediatamente y como lógica respuesta ante el pánico surgido, fue a visitar a un metalúrgico para que le diese de inmediato una solución.
    Imposible.
  ¿Imposible? ¿así de categórico? ¿pero…, no es usted un experto en metales?
    Sí: por eso mismo, no puedo hacer nada por usted.
    Pero… ¿no puede fundir el plomo?
  ¿Qué plomo? Sus pies no tienen ni un solo átomo del metal que menciona. Están recubiertos de ‘un antes y un después’
    Ummm…¿un punto de no retorno?
    Llámelo como quiera.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 135.¡ Métete los dedos!

    Bueno, me parece que todavía sigo aquí.
    Hola.
    Antes de nada, tengo una pregunta.
    Voy a apoyar la guadaña para hablar más tranquila, que mi naturaleza es la que es. Tú dirás. 
    ¿Se está allí mucho más tranquilo, verdad?
    ¿Cómo? ¿No me digas que…, no lo sabes?
    ¿El qué?
    Que yo nunca he estado allí.
    ¿No? ¿Cómo es eso posible?
    Yo sólo me encargo de llevar gente. Pero yo vivo en la interfase. Así que realmente no sé ni cómo se está aquí ni que ocurre allí.
    ¿Pero…?
   No me fastidies. Normalmente no hablo ni ayudo a nadie porque esa no es mi función. Anda…, que el JEFE no está mirando: Métete los dedos y vomita todas esas pastillas. Ya nos veremos de nuevo, cuando te toque, tontorrón. 
    Gracias.

Nanorrelato nº 134. ¿El planeta?

Cuando se posó en la superficie del planeta, cierta sensación de descanso le abrigó amablemente. No había querido mirar su aspecto mientras orbitaba ya que, sin combustible, sin apenas víveres y oxígeno, fuera bonito o feo, le gustara o no, estaba obligado a detenerse allí y, según la documentación proporcionada por lo expertos, era casi seguro que fuera el único planeta habitable que existía además del que había partido, lógicamente. Abrió la compuerta del cohete, y lo primero que vio fue a una lagartija tomando el sol tranquilamente encima de una piedra e ignorando totalmente su presencia allí. Al verla, una duda surgió en su cabeza sobre si el animalito era un habitante del planeta o bien habían sido compañeros de viaje. Y de repente, una sensación heladora recorrió su espalda debido a la tercera posibilidad que nítidamente apareció ante él: ¿Y si había vuelto?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 133. Seguía igual

Cuando fue consciente de que todo había cambiado a su alrededor, inmediatamente corrió a buscar un espejo para ver como dicho cambio le había afectado. Pero no pudo constatarlo ya que todos los espejos habían desaparecido y, por tanto, no era capaz de saber a ciencia cierta si se había producido alguna transformación. La mejor superficie que encontró para satisfacer su curiosidad fue una pequeña charca llena de renacuajos. Al llegar allí, se dio cuenta de que no se había producido ninguna renovación, ya que sus lágrimas impedían que el agua estuviese quieta. Seguía igual.

martes, 20 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 132. La hechicera

Hace poco tiempo, en un país no muy lejano, vivía (como podía) un príncipe relativamente triste. Él ya estaba acostumbrado a su estado melancólico, aunque no resignado. Por ello, en un alarde de valentía, fue a visitar a una bruja que vivía en las montañas de su reino, para pedirle alguna solución que atajara su tristeza crónica. Una noche, sin que su guardia lo supiese, se envolvió en una gruesa capa para no ser reconocido y de ésta manera poder viajar solo, y a todo galope se dirigió hacia su destino. Cabalgó durante toda la noche, llegando extenuados al amanecer tanto él como su caballo. Una vez delante de la choza de la hechicera, cruzó el umbral sigilosamente y, de pronto, su moradora al darse cuenta de su presencia le dijo de muy malos modos:
  Tendrías que haber llamado y pedido permiso. He estado a punto de aniquilarte como persona. Has tenido suerte…
    ¿Aniquilarme? ¿Con algún encantamiento?
    No. Diciéndote: Hola ¿qué tal?

lunes, 19 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 131. El traje nuevo

Se sentía raro. Cualquier acción que realizaba parecía distinta a pesar de que se reprodujesen al milímetro las mismas condiciones que en actuaciones anteriores. Todo era muy extraño aunque no pudiese ser catalogado de malo ni de bueno, sólo chocante y punto. ¡Claro!— chascó los dedos — ¡eso es! Llevaba poco tiempo con su recién estrenada ropa de ‘cordialidad’ y no se había percatado de la invisibilidad que produce dicho tejido. Eso era: Invisible.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 130. Aunque ya no estén

Se cayó con tanta facilidad que parecía mentira lo que le había costado incorporarse. El lobo rabioso que llevaba dentro y que sabía que ésta era su última pelea, le mordió en las piernas haciéndole perder el equilibrio tan deseado. Él conocía a la perfección quién le había dado semejante dentellada, y que la única forma rápida de curación era “esa”, esa que no se puede ni nombrar, esa que llega un poco antes del vacío, esa que aconsejaba el lobo después de desgarrar la carne. Pero no, no se aplicó el fármaco prescrito por el animal. No. Se levantó apoyándose en esa luz, ese haz que al igual que las estrellas que se ven en el firmamento y que ya no existen, pero su poder curativo permanece: Aunque ya no estén.
 Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

sábado, 17 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 129. Valía

Siempre se había sentido distinto, como el resto de los seres humanos por otro lado. Hasta aquí normal. Siempre pensó que había venido al mundo a hacer algo importante, único, como la totalidad de sus congéneres. Hasta aquí sigue siendo normal. Siempre se había equivocado en mayor proporción que acertado, como el resto del mundo. Seguimos dentro de la normalidad. Pero un día le lanzaron la frase inacabada “tú vales mucho…” Y se terminó la normalidad.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 128. ¡Semejante error!

Dado el garrafal error cometido, el tremendo yerro materializado, el tamaño hiperbólico del abismo creado, no tuvo más remedio que cambiar de profesión. Sí, se puso a estudiar como un loco. Los libros de matemáticas y física caían a una velocidad apabullante con el objetivo de construir una máquina con la que pudiese viajar en el tiempo, y que le devolviese al instante anterior al estropicio anteriormente comentado. No había otra solución. Tenía que volver.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 127. La humedad

Seguro que hoy no iba a ocurrir. Lo tenía todo planeado. No podía fallar, los cálculos eran exactos. De ninguna manera el error haría su maldita aparición. Había merecido la pena todas esas horas de esfuerzo, para conseguir dormir de un “tirón”. Hoy sí. Se colocó entre dos almohadones a su vez reforzados por mantas y ropa para evitar escorarse tanto a babor como a estribor, y como un maniquí fuera de temporada, rígido y desnudo, se tumbó en el espacio creado. Pero nada, la heladora sensación de humedad de su baba cayendo por una de sus comisuras le devolvió a la vigilia antes de tiempo. El plan había fallado.

martes, 13 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 126. La jaula

Llevaba mucho tiempo dando y dando vueltas como un tigre enjaulado, recorriendo una y otra vez el mismo camino circular, esperando erróneamente que en algún punto de la imaginaria curva apareciese una fuerza tangencial que le hiciese salir del enloquecedor circuito. Pero, como es evidente, dicha esperanza jamás fue cumplida. Y lo peor de todo, lo peor: Que no era un tigre. Y además, lo sabía.

Nanorrelato nº 125. El móvil

Que frío transmitía su contacto. Nunca lo había sentido, porque era la primera vez que el silencio se había instaurado en su vida. Jamás pensó que sería tan agotador, como subir al revés las escaleras mecánicas, pero no como un juego, sino por obligación. Por más que se abrigaba, la heladora ausencia de ruido penetraba por cualquier minúsculo poro congelando cada centímetro cuadrado de su piel, como si abriese la ventana de par en par. Y seguía sin sonar. Y seguía tiritando. Y…todo continuaba su curso.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Nanorrelato 124. Cuando llegó

Cuando llegó, tardísimo, al embarcadero, la barca ya había partido. Pensaba (ilusamente) que todavía podría estar allí. No podía demorarlo más y, por tanto, no tenía más remedio que cruzar ‘YA’ la lengua de mar. Así que se lanzó a nadar. ¿Qué creen ustedes que le ocurrió? (pista: no sabía nadar)
                              Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

viernes, 9 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 123. La capitana

Ya estaba harta de zozobrar. Toda su vida la había surcado en un maldito barco de papel que no había dejado de hacer aguas en ningún momento. Ya estaba cansada del mugriento cubo con el que sacaba el agua, y de la sensación de humedad, y del olor a moho, y de todo lo que le había acompañado en su difícil travesía. Un día, un magnífico día gritó: ¡Hasta aquí! Cogió un papel y empezó a dibujar el barco que se merecía. No sería muy grande, pero sí precioso, de vivos colores y, por su magnífica estructura, nunca dejaría que penetrara ni una sola gota de agua. Y…lo construyó. Y tiró el cubo muy lejos. Y fue capitana.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 122. La metamorfosis

<< ¡Por fin!>> resonó dentro de su cabeza. <<Ya está. Llegó el momento>> le siguió como un eco victorioso, como celebrando el acontecimiento venidero: Llegó la hora de su ansiada metamorfosis. De una vez se convertiría en lo que siempre había deseado, en ese ser libre y feliz que llevaba dentro y que esperaba ansioso su salida, que lo vieran. <<De larva a pupa y de ahí a oruga y…>> se relató la secuencia biológica deleitándose e iluminando sus ojos como el mayor fuego de artificio. Y así fue. Se encerró en su capullo y se produjo la transformación. Pero la mariposa nunca salió, porque no pudo romper el envoltorio ya que era de dura madera.

martes, 6 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 121. La razón

Iba moviéndose entre los que supuestamente eran de su misma especie, pero se sentía un marciano. Como un ser raro observaba los ademanes, oía parte de las conversaciones y miraba a sus caras directamente, con el objetivo de encontrar algo que justificase, algún nexo de unión entre él y el resto de sus congéneres. Día tras día salía a “pescar” muy temprano esa fórmula magistral que le diera la razón, mejor dicho, que se la quitase, y así poder ser uno más: feliz, normal, tranquilo.

Nanorrelato nº 120. La curva

Jamás le gustó conducir. De hecho, desde el  momento que recorrió los primeros kilómetros, algo terrorífico se instaló dentro de él. Era una sensación extraña, turbia, de esas que la cabeza, de entrada, nos previene que no hay que hacerle mucho caso, pero que ¡cuidado! Vamos, como la mayoría de los pensamientos irracionales. Un día, también conduciendo, pasó por una curva. Un resorte mental se activó y todas aquellas sensaciones sin sentido de antaño, encajaron a la perfección. Sí, la curva. Esa curva.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Nanorrelato nº 119. El oculista

Por fin se decidió a ir al oculista, aunque tenía un miedo que se moría. Era con diferencia la cosa que más pavor le producía. De hecho, siempre que parecía que la decisión de acudir era en firme, justo en el último instante el temor, como el mejor de los frenos, había impedido la visita. Pero ahora no tenía más remedio, necesitaba ver con sus propios ojos lo que todo el mundo afirmaba. Bueno, la verdad (que no se entere nadie) él no necesitaba ir al oculista. Siempre había visto de maravilla. Lo que realmente necesitaba era otra oportunidad.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Nanorrelato nº 118. 63 casillas

Del sillón a la cama, de la cama al pasillo, y de ahí a…sabe Dios que casilla. En ésta especial “oca” andaba inmerso nuestro amigo, con el lógico temor, si es que se puede mencionar a la lógica en éste esquizofrénico juego, de no caer en… ‘la cincuenta y ocho’. De momento aguantaba con el ‘de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente’, y miraba  ‘la salida’ a través de la pequeña apertura que sus cansados párpados le permitían. <<Me hace falta un seis>>

jueves, 18 de agosto de 2011

Nanorrelato nº 117. La respiración

Una vez muerto, pero muerto de verdad, es decir, sin morirse, una vez que estuvo seguro que las constantes que evidencian dicho estado daban todo a favor, respiró. No fue una respiración profunda como las que realizaba cuando estaba vivo, cuando algo le preocupaba, o le emocionaba, o le exaltaba, o le estremecía, o le excitaba, o le deprimía. No. Fue una respiración monda lironda.

sábado, 6 de agosto de 2011

Nanorrelato nº 116. El globo

Y como un globo de antaño, lentamente, lo que le podía haber salvado, se fue elevando majestuosamente en la bóveda de la vida. Poco a poco fue dejándole  irse cada vez más lejos, hasta que una corriente de aire fresco se lo llevó para no volverlo a ver jamás. A pesar del tiempo transcurrido, todas las mañanas oteaba el comedor del asilo con la esperanza de ver aterrizar su amado aerostato. Todas las mañanas, repito, utilizando una galleta con un agujero en medio a modo de catalejo, daba un vuelta en redondo para abarcar la enorme estancia y así poder avistar con seguridad su objetivo (quiero añadir que lo dejó marcharse, sí, pero ni un solo día perdió la esperanza de volverlo a ver).

jueves, 14 de julio de 2011

Nanorrelato nº 115. Empezar de nuevo

Ya no podía casi leer. El esfuerzo que tenía que realizar no ya para ver las letras sino para seguir las líneas en el orden correcto, sin saltos que convirtieran el texto en algo absurdo, era sobrehumano. Andar, hablar, comer, también se habían modificado en tareas harto dificultosas, hecho que las transformaba por tanto en acciones nada atractivas. Sólo le quedaba recordar como tabla de salvación en estos últimos años. Pero…recordar sólo hasta un determinado momento. A partir de ahí, la evocación pasaba a ser una tarea tan difícil como las demás, y el dolor provocado inaguantable. Así que, siempre que llegaba a ese punto, intentaba volver a leer o a andar o a cualquier cosa que provocara dificultad, para que la imposibilidad, el dolor, hiciese rebobinar los recuerdos, engañar a su mente, y empezar de nuevo.

lunes, 11 de julio de 2011

Nanorrelato nº 114. Nuestro amigo

Lo primero que le preguntó nuestro amigo al cirujano, justo antes de quitarle la venda, fue si realmente se le reconocería.
    Imposible, ya verá. Se acaba de convertir usted en otra persona.
  ¿Seguro? Mire que no me importa pagar lo que sea. Lo importante es que no exista ni rastro de mi anterior aspecto.
    Quede tranquilo.
Una vez retiradas las gasas y viendo el resultado de la operación en un espejo, nuestro amigo quedó conforme. Efectivamente no quedaba ni el menor atisbo de la  precedente apariencia.
   Por cierto, no sé si me meto en lo que no me llaman pero ¿Cuál es la razón de cambiar tan drásticamente de imagen?
    Para no quitarme la vida. No me quedaba otra.

domingo, 10 de julio de 2011

Nanorrelato nº 113. El trozo de tela

Una vez, en un viejo pañuelo, fueron a encontrarse una gota de agua y una lágrima. En un primer instante no se dijeron nada, pero al poco empezaron cada una a esgrimir sus poderosas razones de posesión de la tela.
    Este pañuelo es de mi propiedad, ya que mi dueño se secó en él el resultado de un desastre amoroso.
    De eso nada. Este pañuelo fue tirado en la calle y yo, caída del cielo, fui a posarme en él. Por tanto es mío.
Después de un buen rato discutiendo, oyeron un grito desesperado:<< Dejadme en paz. Respetad mi silencio y…mi soledad>> les dijo el pañuelo, que empezaba a ser agitado por el viento de la madrugada.

miércoles, 6 de julio de 2011

Nanorrelato nº 112. Papiroflexia

  ¿Cómo quién seré? ¿A quién me pareceré? ¿A don Quijote? Umm… ¿Madame Bovary?  ¿El guardián entre el centeno? ¿Bartleby el escribiente?
    No veo nada de eso en mi bola, amiguita.
    Y... ¿qué ve?
    Agua.
    ¡El mar! Eso es: El viejo y el mar. La segunda parte, estoy convencida.
    Puede ser. Pero podría ser un río o un arroyuelo...no estoy seguro.

De pronto, la consultante sintió un dolor agudo a lo largo de todo su cuerpo, un dolor ‘rasgado’, como si la arrancaran de algún sitio. A éste le siguieron otros dolores articulares, como si la doblaran en partes más pequeñas. Y en forma de barquito, escrupulosamente blanca, la hoja de papel fue a perderse en la alcantarilla más próxima.
 

sábado, 2 de julio de 2011

Nanorrelato nº 111. Yo también

Érase una vez un hombre que no creía en lo que hacía, a pesar de salir todos los días en su barca a pescar. No creía en su trabajo, sí,  pero no era ningún sinvergüenza, así que madrugada tras madrugada recorría con su minúscula barquita la distancia que él consideraba prudencial y óptima para llevar a cabo su objetivo. Un buen día le adelantó una barca mucho más pequeña que la suya, lo que le llamó mucho la atención. No sólo le rebasó, sino que se adentró en el mar una distancia ‘enorme’ según sus cálculos, realizados mentalmente y dados por buenos por su larga experiencia. Se preocupó por el probable destino fatal de aquella embarcación, así que decidió esperarla por si necesitaba cualquier tipo de ayuda. Al cabo de unas horas, la barquita volvía a puerto y, al cruzarse con el honrado pescador, éste entabló una conversación:
    Con esa barca tan pequeña, amigo mío, no debería adentrarse tanto en la mar.
    Ya, pero las sirenas se encuentran mucho más lejos de donde tira usted la red.
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

Nanorrelato nº 110. Los dos pájaros

Era la primera vez que le hacía caso a la palabra adiós, vamos que le llamó la atención. Era la señal, sin duda, para matar dos pájaros de un tiro, ya que los tiempos que corrían el ahorro debería de estar presente en todas las facetas (siento la perspectiva economicista pero aunque narrador omnisciente no soy estanco a lo que está ocurriendo). Así que…se maquilló especialmente para la ocasión y salió a la pista para presentar su última función. Salió de maravilla, los payasos hicieron el número del siglo, el motorista fantasma estuvo espectacular, y los trapecistas bordaron sus piruetas como nunca. Al final, transmitió a su querido público el adiós recibido unas horas antes. Ya estaba muerto el primer pájaro. Llegó a su caravana << ahora queda el segundo>>

viernes, 1 de julio de 2011

Nanorrelato nº 109. ¿Un tercero?

Érase una vez un valiente, un cobarde y un tercero que no estaba muy claro hacia que lado se inclinaría la balanza si pusiera en los platillos su valor. Llegaron hasta el borde de un precipicio empujados por una bestia infernal que desde hacía tiempo los perseguía. Una vez allí y viendo cada vez más cerca las fauces, ya que la halitosis era por momentos insoportable, el valiente optó por tirarse al vacío valorando el aumento de las posibilidades de su supervivencia si no se quedaba allí parado. El cobarde, como no podía ser de otra manera, se puso en cuclillas de espaldas a la bestia y esperó pacientemente a ser devorado. El tibio, en el último momento, a escasos centímetros de la gigantesca boca de la cual colgaban restos musculares, optó por brincar al vacío y, a diferencia del valiente que consiguió llegar vivo al suelo, él murió, ya que no saltó para salvar la vida, no: se tiró con el objeto de suicidarse, lo cual, consiguió a la primera. Una historia muy parecida se la oí contar también a un viejo monstruo rodeado de sus nietecitos. Pero el monstruo, en ningún momento habló de tres sino de dos: un valiente y un cobarde.

miércoles, 29 de junio de 2011

Nanorrelato nº 108. Las gafas oscuras

<<Pero… ¿por qué?>> se preguntaba ante la sacudida que le volvía a ‘regalar’ la vida. <<Otra vez en el mismo carrillo>> De nuevo, todo el proceso de encontrar una razón a tantas bofetadas, inundó su cabeza. Volvía a comenzar la búsqueda con el manido <<Pero si yo no soy mala persona >> Doy fe como narrador que así era. Era una persona buena, muy buena y con unos valores de esos que ahora se consideran ‘pasados de moda’. Lo que sí que era evidente, es que algunos (menos mal que no todos) de los seres a los que había ayudado, por ejemplo, de una muerte existencial segura, le habían devuelto semejante acción con un amargo mandoble (por no decir un hostia tremenda). Hasta que… en su desesperación consultó a un adivino, sí, de esos que piden la voluntad. <<Cómprese unas gafas de sol>> le diagnosticó. Y así hizo. Y todo mejoró: Disminuyeron drásticamente los mamporros. ¿Por qué?  Pues porque  nadie podía verse reflejado en sus ojos como realmente era, cualidad que suelen tener los órganos visuales de las buenas personas. Por tanto, gracias a la oscura barrera cristalina, la ‘mala gente’ siguió engañándose, debido a que el espejo de blancanieves dejó de estar disponible. Bueno, se las quitaba ante quien le daba la gana. Claro, ¡no van a ganar los malos!

sábado, 25 de junio de 2011

Nanorrelato nº 107. Buen número

Un excelente día se puso a caminar. Bueno…mejor dicho y para no ser exagerado: un día cualquiera empezó a andar. Era lo que todo el mundo (muy preocupado) quería, que caminara, que avanzara de una vez, que ya estaba bien, que quedarse parado no sirve de nada, que la vida es ir siempre hacia delante. Bien, pues armándose de valor y realizando un esfuerzo (¿sobrehumano?) lo hizo. La primera vez dio unos pasos temblorosos que provocaron el júbilo de los que ‘le querían’. Poco a poco, con tesón y esfuerzo esos incipientes movimientos inestables se fueron convirtiendo en zancadas seguras, firmes, hasta tener por completo dominada la ‘técnica’ y ofrecer ya, sin pensarlo, paseos que eran la delicia de todo el mundo.
<< Mira que son graciosos estos perritos que andan sobre dos piernas como si fueran hombres, ¿verdad hijos? Después vienen los leones…>>
                               Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

viernes, 24 de junio de 2011

Nanorrelato nº 106. Lo hizo él. Nadie más

Durante muchísimo tiempo su nombre fue absolutamente impronunciable. Se extirpaba de cualquier conversación como si nunca hubiese formado parte de sus vidas. Todos, al unísono, habían llegado a ese acuerdo general sin tan siquiera haberlo hablado entre ellos, como si se tratara de algún aspecto genético que de forma simultánea se hubiese expresado en los individuos implicados, es decir, en aquellos que le conocían e incluso le querían o en algunos casos extremos le amaban. El detonante de todo ello era que, en cierta manera, todos se habían servido, desigualmente eso sí, alguna porción del pastel relleno de culpabilidad. Como si ellos, todos o cada uno por separado, se hubiesen ‘despistado’ y, por tanto, acaecido lo terrible. Se equivocaban de pleno, nada tuvieron que ver en el comportamiento de ‘él’, ni nada podrían haber hecho en desviar su letal trayectoria, su mortífero tiro parabólico, porque es muy difícil seguir erguido ante semejante onda expansiva. Ah, se me olvidaba: y por supuesto ‘él’, el que más erró. Pero la vida debe proseguir como continúan los sanfermines cuando ocurre alguna desgracia irreversible.

Nanorrelato nº 105. En que día


Intentó recordar el día en el que aceptó ir de su mano. Sobre todo, determinar cómo se cerró el trato, que se habló por ambas partes, que expectativas fueron vertidas y admitidas. En el transcurso de la búsqueda del recuerdo inicial (del recuerdo ‘cero’ como se diría ahora),  aparecieron momentos magníficos resultantes de su relación: de cómo lo negro se convertía en blanco, de las risas interminables fruto de sus abrazos, de la felicidad creada a partir de la nada, de la inmediatez terapéutica de la dicha provocada. Sí, pero todos ellos posteriores al ansiado recuerdo primitivo. Pretendía rememorarlo con el objetivo de pasarle factura, de gritarle que esto no era lo pactado. Estaba completamente seguro que en ningún momento hablaron de dolor, de pérdida, del final…de cirrosis.

jueves, 23 de junio de 2011

Nanorrelato nº 104. Aquí estoy

La oscuridad reinaba en su mundo. El silencio también era una constante que acompañaba a la ausencia de luz. A veces, pero sólo a veces, le parecía escuchar voces muy lejanas, como si se dijesen dentro de una tinaja, tan apartadas que no era capaz de descifrar algo de su significado, aunque eso sí, de alguna forma le parecían familiares…y agradables. Un buen día, todo se desbarató: La prisa llegó de improviso a modo de empujones. Y con ella, una luz cegadora, y el aire fresco en sus pulmones, y…el olor, ¡el olor de la dueña de la voz!

Nanorrelato nº 103. Otra pepona


Su objetivo, desde hacía algún tiempo (desde que ocurrió), era dormir. Todo lo que realizaba durante el día, mientras estaba despierta, carecía de importancia. El recorrido diurno era, simplemente, un trámite necesario pasar hasta llegar a la noche. Y, curiosamente, lo buscado con ese comportamiento era poder ser feliz durante el día, aunque ese día perteneciese al mundo de los sueños. Hasta que…no sé si un día o una noche, o tal vez en los dos, cruzó el umbral, y realidad y sueños, luz y vigilia se amalgamaron y fueron la misma ‘cosa’ indistinguible. Creo, por la ausencia de dolor de su expresión, que es feliz. El muñeco que ‘siempre’ (día y noche) tiene asido contra su pecho, también lo es.

martes, 21 de junio de 2011

Nanorrelato nº 102. Autorretrato

Siempre le había encantado mirar y mirar fotografías. Sí, todas, estuviese él o no. Movidas, aburridas, clásicas, con demasiada luz o tremendamente sombrías; daba igual, le maravillaban. De hecho, las conservaba todas y las veía y reveía constantemente. Hasta que le hicieron una. Una muy especial. Una en la que para que ‘quedase guapo’ no debía de respirar. Una en la que sólo se observaban manchas, sombras terroríficas. La única de todas en la que nadie, ni los más cercanos, hubiesen acertado que era él. Una que estaba solo, por cierto, la única.
                               Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

miércoles, 15 de junio de 2011

Nanorrelato nº 101. ¿Yo?

Cuando fue consciente de que aquel conjuro que leyó a modo de broma, sin darle excesiva importancia, le había transformado en algo, lo primero que hizo no fue desesperarse, ya que siempre había deseado ser otra cosa, sino ir hacia algún espejo de la casa para ver de primera mano en que se había convertido. Llegó al baño pero le fue imposible alcanzar la altura necesaria para observarse, con lo que pensó que su tamaño era mucho más pequeño que el original ya que no podía interactuar con los objetos habituales << ¿Qué seré? ¿Un águila, un halcón?>> La duda fue despejada al mirar hacia atrás y no verse ningún ala ni nada que se le pareciera. <<Pero… Un insecto a secas ¡un insecto!>>