La sala de reuniones le parecía muy
grande aunque acorde a su categoría, claro está. Siempre entraba en ella diez
minutos antes de que empezase la reunión. Le gustaba ver, en solitario, las
paredes en las que un poco más tarde sus palabras rebotarían raudas hacia sus
“escuchantes”, superando si cabe la velocidad del sonido, ya que eran suyas, del
¡más importante! Una vez que todo el mundo estaba sentado, un pensamiento mitad
y mitad desprecio y regocijo, recorría su bóveda craneal << Estos
imbéciles, que se creen muy listos, muy preparados… seguro que piensan que soy
un mediocre por cómo he llegado hasta aquí. ¡Panda de pringaos! Jamás estaréis
en mí puesto por eso mismo: por estar preparados. >>