Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


martes, 29 de septiembre de 2015

Nanorrelato nº 414. Ser tonto

Érase una vez un hombre que perdió el tiempo, su tiempo quiero decir. Hizo muchísimas cosas, muchísimas. Pero perdió su tiempo. Y ya se sabe: el tiempo es lineal, por mucho que se empeñen los físicos teóricos de que podría ser de otra forma. Es decir, que según va transcurriendo… pues eso, que tienes que ir como “guardándolo”, porque si no, lo pierdes. Y pierdes el tuyo, no el de los demás, que a veces se confunde con el que es propio. Y ya no lo encuentras, ya que en algún momento de esa linealidad lo tiraste o se te cayó. Igual da. El resultado es el mismo. Lo único que puede aminorar la desesperación que produce tal pérdida es ser tonto, que a veces vale para mucho. Para esto, por ejemplo. Pero nuestro protagonista no lo es. Mala suerte.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Nanorrelato nº 413. Mens sana in corpore sano

Érase una vez un señor que tomaba dos naranjas diarias para beneficiarse del efecto antioxidante de la vitamina C. Cinco nueces a media mañana, mantenían niveles elevados del llamado coloquialmente “colesterol bueno”. A media tarde andaba treinta minutos, tres veces en semana, para aumentar su salud cardiovascular. Las carnes rojas estaban prácticamente desechadas de su dieta, para evitar el efecto nocivo de todos los metabolitos que llevan y aportan. También dos litros de agua eran consumidos diariamente, para mantener correcta su función renal. Un día, se quitó la vida. Y gracias a su fortaleza derivada de tan saludable alimentación, la agonía fue lo más larga posible. 

martes, 22 de septiembre de 2015

Nanorrelato nº 412. Suerte

Estaba solo. Le dejaron aparcado todos, sus amigos y enemigos, sus conocidos y desconocidos, sus amantes y esposas, sus hijos e hijas; vamos: todos. Miró en derredor buscando la paz de la nada. Sonrió. Y por primera vez fue libre, y el olor de la gasolinera, o del geriátrico, o del pisito sito en la cuarta planta sin ascensor, o de la impersonal habitación del hospital, o del sillón esquinado en el cuarto de estar, le parecieron la fragancia más maravillosa. Y  prometió echar a andar. Y comenzó su vida. Suerte abuelo, o perro, o gato, o quien seas. Suerte.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Nanorrelato nº 411. Día D, hora H

El odio, penetró. Ni profundo ni superficial. Se situó en la distancia exacta para que sacarlo fuese imposible y digerirlo, también. Y desde esa posición privilegiada comenzó a dominar hígado, páncreas, estómago….y corazón, cuyos latidos fueron sustituidos por golpes de tambor de oficial de galeras. Y cuando llegó al cerebro, sentimientos, recuerdos y poemas memorizados, fueron borrados de inmediato, y sustituidos por gráficas de rendimiento. Al llegar a las manos, lo escribió todo en su curriculum vitae, en el apartado de aptitudes directivas <<Ahora, a esperar que me contraten. ¡No todos valen para mandar!>>

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Nanorrelato nº 410. Adiós

<< ¿Qué… estoy haciendo?>> Se preguntó el patito feo antes de frenar en seco, bueno en mojado, ya que estaba en medio del lago. Las ondas producidas por el frenazo desconcertaron al cisne que llevaba al lado.
<< ¿Qué haces?>> le soltó rápidamente el precioso cisne hembra que nadaba justo delante de él. << ¿Por qué paras así? ¿No ves que tienes que seguirme? Tenemos que nadar en medio del lago para que nuestra belleza sea contemplada por todos. Somos cisnes >>
<<No. Me voy a la orilla a que me tiren pan. Tengo que dejar de ser “patito feo”, es decir, cisne. Yo no soy ninguna de las dos cosas. Soy un pato. De todas formas: gracias, preciosa >> Y con un sonoro ósculo seguido de un cuá muy sincero, se despidió nuestro ánade protagonista.
FIN

jueves, 3 de septiembre de 2015

Nanorrelato nº 409. El extraterrestre...terrestre

Sentado en el borde de aquel acantilado de veinte kilómetros de profundidad, mientras las bacterias del tamaño de un roedor terrestre le cosquilleaban la espalda, pensó en lo absolutamente diferente que le pareció en su día este mundo respecto del suyo, ya que una vez consumida la alegría por el viaje, una vez metabolizada la ilusión que provoca lo desconocido, apareció…eso que creía que había dejado para siempre allá, en las antípodas del universo conocido. Y se preguntó, desesperado: en que lugar del cohete había viajado la tristeza, a modo de polizón.


A Ray Bradbury