Nada más situarse al otro lado
del escritorio percibió el olor intenso, educado, verdadero, que ofrece siempre
la colonia cara. La mesa también soportaba objetos intensos y verdaderos, como
los trazos realizados sobre una cuartilla, líneas seguras que tachaban nombres
para siempre; como el marco que encerraba a dos chiquillos vestidos a juego de
un gris perla precioso; como las dos manos que descansaban, que sostenían todo
el decorado, despertándose una de ellas con un movimiento ingrávido para
indicarle que tomara asiento. Pero no….
<< ¿Se marcha usted sin
escucharme?>>
<< Claro. He venido sólo…,
para irme>>
Óleo sobre lienzo |