Durante mucho
tiempo aguantó incólume ante los chorros de pus que el mal le enviaba como olas
en galerna. Se fiaba muchísimo de su nariz, de hecho era su arma preferida, y
en cuanto creía que el espeso y fétido líquido había descendido por debajo de su boca,
decía tranquila: ¡No! Pero…nadie es perfecto, y una madrugada fue abatida.
Inicialmente se desesperó << ¡Tanta lucha para qué!>>, y en una
reacción humana...muy humana, se tapó los ojos con las dos manos como haría una
chiquilla ante “lo malo”. Pero como nada, nada, nada es perfecto, tampoco lo eran
sus dedos, y entre dos de ellos observó un montón de ojos que la miraban
fijamente y en silencio la decían: ¡Vamos, levántate! Y se incorporó. Y volvió
a la liza. Así es la vida: malos contra buenos. No al revés (¡Ojo con el
lenguaje!).