Y millones de luciérnagas
aparecieron de pronto, y la oscuridad dejó de inmediato su papel protagonista,
para desaparecer. Y todo empezó a tener sentido, aunque ya era tarde. Y el
cansancio, ante todas esos millones de bombillitas, desapareció. Y llegó la
tranquilidad, “esa” que tanto había anhelado y que… sólo así, se puede obtener. ¡Qué mala suerte! Y… ¡Suerte!
A la memoria de Aaron Swartz