Al final fue elegido
presidente de la nación, aunque su partido solamente había sacado un diputado,
él, de los tres centenares y medio que componían el Congreso. Que si sí, que si
no, que contigo puedo pactar y contigo no, que si cordones sanitarios…total:
Presidente. Bueno, pues llegó el día de jurar el cargo y, ya en el pasillo notó
algo raro: nadie le dirigía la palabra. Los medios de comunicación, por lo
visto, ya que no se había enterado porque se levantó como cualquier día,
desayunó tranquilamente y se fue hacia su nuevo puesto de trabajo, le habían
puesto a parir. Sí, todos: los que decían que eran de izquierdas, los que afirmaban que eran de derechas, incluso aquellos que solo hablaban de las
vergüenzas de los seres humanos, todos coincidían en llamarle aprovechado, sin
moral, oportunista, sin ideas claras, que estaba ahí para llevársela…. En fin,
una retahíla de disparates sin parangón. Antes de jurar el cargo, fueron
subiendo a la tribuna cada uno de los portavoces de todos los partidos, coincidiendo al unísono, como si se hubiesen puesto de acuerdo, en repetir las palabras execrable actitud al aceptar el cargo,
como ya habían anunciado los medios de prensa. « Y yo que pienso decir que
necesito, claro, unos días de libre disposición antes de empezar aquí, para
ir a ayudar a recoger gente en el mar… ¡A ver cómo se lo toman!»
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
martes, 2 de julio de 2019
lunes, 1 de julio de 2019
Nanorrelato Nº545. ¿Naufragar?
El naufragio fue
rapidísimo. Las olas dieron la vuelta al barco como cuando se cae una tostada
al suelo. Visto y no visto; aunque de eso…ya hace muchos años. Y aquí sigue nuestro
protagonista, en su isla caribeña, todo el día en pelotas, sin hacer nada de
nada, salvo ver amaneceres y cosas así. He de añadir que no hay nadie más,
aunque eso no le importa demasiado, porque también estaba solo en aquel
cuchitril de cuarenta metros cuadrados con el monitor del ordenador como única
ventana al exterior. Cuantas veces habrá exclamado que qué bien hizo en
contratar aquel crucero por el Pacífico, gastándose lo que no tenía…¡qué habrá
hecho el banco con la pella! Y se ríe a carcajada limpia, que a veces son tan
fuertes que los pájaros exóticos se asustan y le protestan graznando. También
piensa a menudo cómo tendrá el colesterol que tan importante era: todos los
días andaba mirando las putas etiquetas de los bollos; en fin, estará solucionado,
claro, porque ahora sólo come fruta y eso era lo más aconsejable para mejorar
en ese sentido. Bendito naufragio escribió
con un pintalabios (que flotaba en el océano no sabe si de su accidente o de
alguna que le daba igual eso de reciclar y lo tiró sin más) en la entrada de su
cabaña de hojas y ramas, para leer, cada vez que vuelve de la playa, el nombre
de su casa, de su hogar.
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