Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


miércoles, 29 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 182. Los buenos

Y por fin, apareció. Los rezos, la historia, las súplicas, la lógica, las palabras, la verdad…, no fueron suficiente contención. Los buenos (sí, los buenos, he dicho bien) avisaron de su inminente llegada. Allá estaba, con su repugnante silueta. El cielo no tuvo más remedio que ennegrecerse pero no para derramar su beneficiosa agua, sino para no ver el espectáculo abyecto que, en breve, iba a tener lugar.
Óleo del pintor chileno Mauro Olivos

martes, 28 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 181. Preciosa

Le pareció preciosa desde el primer instante que la vio. Y no sólo eso, sino que además era fuerte, robusta, inmensa y…, de alguna forma, su amiga. Cuando se introdujo en ella, una sensación maravillosa le recorrió la espalda, como si proviniera de una mano agradable, caliente y templada, segura, firme <<Por fin llegó la noche>>. La sensación cálida continuó, hasta que el ruido sordo del bebé inerte lanzado contra el agua y el silencio atronador de la madre, la hicieron desaparecer por completo. La patera continuó su rumbo y…, seguía siendo preciosa.

domingo, 26 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 180. Todo

La mirada era tan intensa que el cuello a duras penas podía sostener la cabeza ya que lo normal, lo habitual, lo cotidiano, fueron pasando a la categoría de imposible, de inalcanzable. Todas las ilusiones, todos los secretos imprescindibles transmitidos de padres a hijos desde tiempos inmemoriales, todos las oraciones, todos los susurros, todo lo que es sólido, todo lo que debería ser…,de repente no es. No hay desolación mayor que la que oferta el vacío con su execrable gama de cuatro formas: picas, tréboles, corazones…diamantes.
Óleo del pintor chileno Mauro Olivos

jueves, 23 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 179. Valiente

Primero fue una aurícula la que se plegó sobre sí misma haciendo desaparecer el mágico hueco. Luego le ocurrió lo mismo a la cavidad adyacente. Y así con todas, hasta la total transformación del volumen en una sólida piedra. El nerviosismo de la sangre iba en aumento, ya que por cada órgano que paseaba era bombardeada a preguntas del tipo <<qué está pasando allí arriba que tienes muy mal color>>. Ella sabía el veredicto pero, para que no cundiera el pánico, respondía con una sonrisa (la misma) a cada una de las cuestiones encontradas, manteniendo el tipo de forma valiente. ¿Qué cómo lo consiguió? Pues utilizando el recuerdo de cuando formaba parte de su composición la felicidad con todas sus cualidades. El silencio no tardó mucho en aparecer.

martes, 21 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 178. Ya vendrá

Primero se le acercó un pato y le dijo lo que “tenía que decirle”. Luego le tocó el turno a una hermosa lagartija, la cual también verbalizó lo que ella quiso. Después una cebra, un ñu, un águila y, para finalizar, una comadreja. Una vez escuchado a todos, y antes de partir de nuevo hacia el Olimpo, Zeus le preguntó a su ayudante de cámara por qué no había venido ningún hombre.
    Sí, vino uno, pero estaba tan deprimido, tan acobardado que, a pesar de haber esperado toda la fila en el último momento dejó de creer en Dios, en ti.
    Pero… ¿no me estaba viendo?
    Sí, pero ya sabes como es eso de la depresión.
    Pues nada. Ya vendrá.
    Pero…, directamente arriba.
    Claro.

lunes, 20 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 177. Jackson Pollock

Fue el mejor regalo de su vida, el más increíble. Eso, exactamente eso es lo que fue: increíble. Tenía el tamaño perfecto, llegó en el momento exacto, y el papel que lo envolvía era precioso, con un colorido anárquico muy parecido a esos inmensos cuadros de Jackson Pollock que tanto le apasionaban. Además, para colmo, sabía lo que era…, bueno estaba casi seguro de ello. Pero ese “casi”, esa pequeñísima distancia entre la posible verdad y la absoluta seguridad fue suficiente para no iniciar la apertura: prefirió seguir imaginándoselo.
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

domingo, 19 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 176. Había y hacía

Había estudiado mucho. Lo había aprendido todo. Hacía ya bastante tiempo que la totalidad de los datos descansaban dentro de su bóveda craneal. De hecho, ya sólo se dedicaba a realizar lecturas al ralentí para evitar cualquier pequeña fuga intelectual que pudiera producirse. Y llegó el día del examen. Nada más ocupar su sitio asignado, se levantó entregando los papeles absolutamente en blanco. El profesor, que sabía de sobra el esfuerzo realizado por él, para calmar su perplejidad, le preguntó en el quicio de la puerta del aula.
<<Me lo sé todo, pero no estoy preparado…, para aprobar. A la siguiente, tal vez>>
Pero, ahora que el examinado no me puede oír (ni podrá jamás) quiero resaltar lo evidente: no hubo siguiente.
Óleo sobre lienzo 61x46

lunes, 13 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 175. Pero...¿quién?

Se cruzó con alguien conocido y, justo en el momento donde la distancia era menor, donde era lógica la reacción, nada. Al ratito, lo mismo: otro individuo que le sonaba  venía hacia él. La cosa estaba clara, ahora sí. Conforme el espacio se iba acortando, la evidencia se iba materializando sin posibilidad de error, ya que jugaba además a su favor la estrechez del pasillo de la oficina. Pero…nada, tampoco hubo respuesta por parte del viajero, que se fue alejando a velocidad constante.
<<Pero… ¿quién te va a saludar siendo una mosca?>> le gritó una cucaracha que había presenciado ambas escenas mientras rebañaba los restos de un sándwich industrial.
Óleo sobre lienzo 41 x 33

martes, 7 de febrero de 2012

Nanorrelato nº 174. Impermeable

Estuvo durante mucho, muchísimo tiempo, buscando desesperadamente un piso, su piso. Miró, preguntó, visitó, y volvió a mirar, y a preguntar…
<<Lo siento. No es éste. Aquí no>>
Volvió loca a media población de agencias inmobiliarias con sus acciones repetitivas e inexplicables siempre con el mismo final: no.
Pero un buen día, con la misma seguridad que en las anteriores veces había dicho que no, entregó una respuesta afirmativa. Y…, dicho y hecho: compró la casa. Al vendedor, que ya le conocía de las anteriores treinta visitas, no le era suficiente el haber formalizado la venta, quería saber la misteriosa causa de su decisión.
<<Venga usted en unos días a mi casa en cuanto me instale correctamente y lo entenderá>>
Y así hizo…
   Perdone, pero… ¿qué tiene de especial?
   ¿Cómo? ¿No se encuentra usted bien aquí?
   Pues sí. A decir verdad…
   Pues esa es la razón: esta casa es impermeable a la crisis, a la desgracia, a la desesperación.