Todo era
mentira, o mejor dicho: había sido mentira ya que la verdad, a partir de ese
mismísimo instante revelador, inundaba espacio y mente. Tantos siglos de certezas
científicas irrefutables, tantas evidencias todavía más fehacientes que las anteriores
se mostraron falsas ante lo que estaba viendo: la Tierra era plana. Y como
tal geometría, todo caía hacia la nada irremisiblemente arrastrado por el agua
de los océanos que, al perder su sustentación, se precipitaba ensordecedora
hacia el vacío. Y también nuestro protagonista, claro, ya que su psiquiatra lo
que siempre le decía es que iba en una barca cruzando el mar y que con esfuerzo
y ánimo llegaría tarde o temprano a la otra “playa”, la que todo el mundo se
merecía, la cálida, la buena, la de arena fina, la de la tranquilidad. No le
dio tiempo. FIN.