Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


jueves, 23 de junio de 2016

Nanorrelato nº 428. Los mosquitos

Érase una vez un mosquito que luchaba contra otro mosquito. La pelea era atroz. La sangre que acaban de succionar y llenaba sus respectivos abdómenes, debido a los terribles golpes que se producían con sus enhiestas trompas para la liza, salía a borbotones contribuyendo a darle más fiereza, si cabe, al terrible espectáculo. Sus gritos, mezcla de dolor y odio, ensordecían el espacio que ocupaban. Siguieron luchando un buen rato, hasta que uno de ellos cayó muerto. El otro, se apartó un poco del lugar de la lucha para descansar de tal mayúsculo esfuerzo. Tenía una sensación agridulce de la victoria. Miró varias veces a su inerte oponente intentando comprender por qué la muerte se lo había llevado todo, hasta la supuesta felicidad que debería de haberle proporcionado el triunfo. Fue corto el tiempo de reflexión ya que un gorrión que andaba por allí, se lo comió de un picotazo. FIN

viernes, 3 de junio de 2016

Nanorrelato nº 427. Mi Francisca

Nunca había salido del pueblo. No le había hecho falta, ya que las necesidades surgidas en las distintas facetas que se fue encontrando a lo largo de su vida, se fueron solventando con los productos locales. No, no le había hecho falta. Ahora, empapado en sudor bajo el arco de detección de metales sin comprender muy bien porqué le trataban como a esos maleantes de las películas, a pesar de haberse quitado la boina en señal de respeto antes de hablar con el guardia, pensaba en cómo sería esa vida a la que tenía que acudir para cuidar de su nieta, que le saludaba sonriente desde el otro lado << ¡Ojalá estuviese aquí mi Francisca! Ella sí que sabía qué hacer con los problemas modernos>>

jueves, 2 de junio de 2016

Nanorrelato nº426. El delirio...necesario

Un día, normal y corriente por cierto, se preguntó << ¿Qué hago aquí?>> A partir de ese instante la normalidad desapareció. Intentó echar mano de alguna fabulación para contestarse de inmediato, pero no encontró ninguna: había perdido la capacidad de imaginar y todo lo que tenía alrededor adquirió una dimensión material ordinaria. Miró un poco “más allá” a través de la ventana del despacho,  pero sólo encontró la misma vulgaridad. Bueno, sólo una cosa consiguió sobrevivir en su cabeza: esas alas que tantas veces imaginó que le saldrían llegado el momento. Las vio desplegarse raudas en cuanto dejó el alféizar.


A la memoria del  dr. Castilla del Pino, por su magnífico libro “El delirio, un error necesario”