Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


martes, 29 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 202. El favor

Los mareos eran insoportables. Bueno, tampoco quiero ser un narrador exagerado: eran muy desagradables. Le habían dicho, de muy buena tinta, que podrían ser vértigos. Hasta aquí bien, todo normal; aunque, con lo poco que se había movido en toda su vida, tenía cierta gracia que, esa misma vida que él había tratado tan estáticamente, le devolviera “el favor” mediante un síntoma como si fuese el más audaz y primerizo paracaidista. En fin.

domingo, 20 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 201. ¡Sorpresa!

Por fin alguien le dijo la verdad, pero…, la verdad. Insisto en el vocablo porque era la verdad, de verdad. Así que, en el momento menos esperado: atracón existencial. Una vez que le fue transmitida la receta su reacción no fue especialmente escandalosa, ni lloró, ni gritó…, ni se desesperó. ¿Reír? ¿Saltar? ¿Emoción? Que… ¿por qué no? Pues la cosa está clarísima: era la verdad.
Óleo sobre lienzo (46 x 38)

jueves, 17 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 200. El final

Por primera vez en la vida de nuestro protagonista, o como queramos denominarla, valdría también cualquier otro vocablo como absurdo, equivocación, sinsentido…, vio claro el final. Pero no un final de película traumática con suicidio, alcoholismo, o cualquier otra barbaridad. No. El final a secas, como constante universal de todo su constructo, como si en cualquier momento pudiese haber aparecido y el resultado hubiese sido el mismo. El final como explicación a todo y a nada, como agrupamiento de todos los sentimientos supuestamente relevantes. Tengo que añadir que a pesar de lo descarnado del instante en cuestión, algo, muy poco, de lo que nunca había sentido, apareció como por generación espontánea: tranquilidad. La generó el final. Fin de la ecuación.
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

miércoles, 16 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 199. El casco

Los veinte años de travesía galáctica se le pasaron en un periquete, aunque sin la rapidez, es decir, que  pasaron y punto. Cuando el cohete tocó la superficie del planeta sintió algo especial que era, en ese instante incapaz de definir, a lo que no le dio ninguna importancia, respondiéndose simplemente como que necesitaba algo de tiempo para digerir el aterrizaje. Una vez segura y estable la nave, y comprobando que los controles, que medían lo que eran capaces de medir, estaban en verde, desconectó todo y…, se hizo el silencio. Se quedó unos segundos pensativo ante tal hecho: estaba en un nuevo planeta, ya (evento que durante la larga travesía había ido aumentando en deseo). Ahora le quedaba lo más difícil: salir y…quitarse el casco. Para eso había viajado. Sólo para eso.

domingo, 13 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 198. De nuevo

Lo intentó de nuevo. Se acercó, como siempre, lentamente, con cuidado, casi de puntillas; y allí estaba otra vez, sí, frente al espejo. Cerró y abrió los ojos varias veces. Se tapó la cara con las manos para, en un ratito, abrirlas de par en par como si de un libro se tratase; un libro que siempre se abría por la misma página. Cerró las tapas, intencionadamente, ya que las lágrimas nunca se han llevado bien con el papel. <<A ver si la próxima vez se han borrado las letras y puedo volver a escribir…, de nuevo >>


domingo, 6 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 197. Densidad

Lloraba, lloraba y lloraba y aunque pueda parecer mentira, era un hombre afortunado. Inaudito ¿verdad? No voy a explicar el por qué de su fortuna, ni de cómo la vida le había salvado una y otra vez. Tampoco me voy a entretener en la causa de su actitud. No. Lo que sí voy a resaltar, en lo que me voy a parar un momento, es en la densidad de su lágrimas, en lo despacio que caían y en el rastro que dejaban para señalar el camino a la próxima remesa. No eran lágrimas normales, ya que el sentimiento que las hacía brotar tampoco era normal. No, Por eso, supongo, eran como gotas de mayonesa.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 196. De mala gana

Volvió a moverse en su vida como cuando uno está sentado en una silla incómoda y cree erróneamente que el cambio de postura le va a traer la comodidad (la felicidad), aunque…he de añadir que, en el fondo de los fondos sabe que no, y lo sabe por la mala gana que capitanea todo el movimiento. Bueno, esa mala gana que siempre ha estado presente, porque no es el primero de estas características que hace. De hecho, si pudierais verle como yo (algo imposible ya que sólo está en mi imaginación, así que sólo podéis hacer lo mismo que yo: imaginároslo), os daríais cuenta de que está a punto de hacer otro gesto parecido, y…sí, con la misma mala gana. Inútil movimiento, pues.
Acrílico y esmalte industrial sobre lienzo 65 x 46

martes, 1 de mayo de 2012

Nanorrelato nº 195. Pero no

Los recuerdos se movían anárquicamente, como si de una nube de abejas rabiosas y desorientadas se tratara. Le era imposible establecer el mínimo orden entre ellos, para, de esa forma, poderlos dejar tranquilos en sus estanterías, que es donde tienen que descansar. Ni tan siquiera conseguía pegar dos. Ni los más evidentes en el tiempo. Vamos, ¡ni eso! Intentó apoyarse, cual bibliotecario desesperado, en el alcohol, para ver si la chiripa de los borrachos podría ponerse de su parte. Pero no. Intentó utilizar la moderna farmacología con el mismo fin, a ver si la tranquilidad y el sosiego producido por las complejas y geométricas moléculas, conseguían establecer el orden deseado. Pero no. ¿Y ahora?
Acrílico y esmalte industrial sobre lienzo 65 x 54