Seguía regando las
flores. Todos los días, además de cambiar el agua, les ponía una aspirina, que
siempre se ha dicho que es muy buena, pensaba cada vez que desmenuzaba la
pastilla en sus ancianos dedos. Pero el ramo de flores cada día estaba un poco
más marchito, aunque él no quería tirarlo a la basura, porque era el regalo que
le pensaba llevar a su primera cita, justo antes de la declaración del estado
de alarma y el confinamiento obligatorio. Cuando todo esto termine, le enseñaré
lo que quede de él, que no piense que soy un hombre de poca palabra, que lo
importante no es el aspecto.
<< Que no, abuelo.
Ese ramo hay que tirarlo. Está podrido. No se preocupe que su Dulcinea lo entenderá>>
<< Con lo que me
costó rellenar esa hoja del ordenador donde me dijiste que se encontraba novia …que
vergüenza pasé, como para que piense que soy un frívolo. ¡Ni hablar, yo no lo
tiro!>>
El amor es posible siempre, incluso en estos tiempos del coronavirus, incluso en una persona mayor, ajena a la generación de las pantallas.
ResponderEliminarEspero que sigas bien. Mucho ánimo y gracias por tus letras.
Un abrazo grande, Pedro
Otro muy grande para ti, profe.
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