Los cambios se fueron produciendo
muy deprisa, como si hubiesen estado esperando todos juntos para realizarse,
como el voraz apetito de conocimientos del mal estudiante que deja todo para el
último momento. Tal era la velocidad, que el impacto de uno tapaba
inmediatamente las consecuencias del anterior. Hasta que, de repente, todo se
paró, todo se tranquilizó, el silencio comenzó su reinado. Bueno, el falso silencio
que se podía obtener bajo los cartones que acababa de colocarse encima con las
reglas que le ofrecía el tetris del
fracaso absoluto.
A los que están en la calle. Mi respeto y admiración más absolutos.
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Óleo sobre lienzo |
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