Con el Sol, salían de sus
madrigueras cerebrales los mismos problemas que le habían acompañado hasta el
anterior anochecer. Bueno, no eran los mismos exactamente, eran más grandes,
más hermosos, ya que el astro se encargaba de iluminarlos en toda sus
superficies. Pero hablando claro, como realmente no eran poseedores de ninguna
dimensión, a quien iluminaba era a él. Como
decía, al amanecer volvían, sí, los mismos gángsteres con sus fundas de
violines, aunque he de añadir que, hasta el momento, siempre le quedaba una mínima esperanza, posiblemente
provocada por la medicación y la presión del diván en su espalda de que de
aquellas execrables fundas saliese un violín y no contratos escritos en un purulento
lenguaje.
A los engañados. Contra los mentirosos.
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Acrílico sobre lienzo |
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