Érase una vez un hombre que
perdió el tiempo, su tiempo quiero decir. Hizo muchísimas cosas, muchísimas. Pero
perdió su tiempo. Y ya se sabe: el tiempo es lineal, por mucho que se empeñen
los físicos teóricos de que podría ser de otra forma. Es decir, que según va
transcurriendo… pues eso, que tienes que ir como “guardándolo”, porque si no,
lo pierdes. Y pierdes el tuyo, no el de los demás, que a veces se confunde con
el que es propio. Y ya no lo encuentras, ya que en algún momento de esa
linealidad lo tiraste o se te cayó. Igual da. El resultado es el mismo. Lo
único que puede aminorar la desesperación que produce tal pérdida es ser tonto,
que a veces vale para mucho. Para esto, por ejemplo. Pero nuestro protagonista
no lo es. Mala suerte.
Acertada reflexión, Pedro.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, Ángel. Un abrazo
EliminarYo creo que voy a saber si lo perdí en el último momento de mi vida, pero no querría que me pasara de sentir que lo perdí o lo desperdicié.
ResponderEliminarOtra vez autorreferencial, mil perdones.
Un abrazo.
HD
PD: Ayer escribí ese texto que te comenté sobre la palabra "alféizar", ¿lo recuerdas? Seguramente sea la próxima entrada. Ya te enterarás, espero ;)
Espero parar de escribir en este sentido para evitar abrir heridas freudianas...jajaaaajak. espero con impaciencia el relato del alféizar. Un abrazo Hunter to.
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