Para él, el pozo no tenía
misterio. A sus congéneres, que se creían mucho mejor que nuestro protagonista,
les parecía increíble que alguien tan simple hiciese de forma tan sencilla lo
que ellos eran incapaces de resolver sin ingentes cantidades de dinero. Hacía
lo que nadie podía: bajar y subir con facilidad. Tenía a su favor, por tanto,
ser alguien tan simple como un cubo. Ah, eso sí, se llevaba bien con la polea,
a la que nadie, por cierto, le había hecho el menor caso jamás.
Acrílico y esmalte sintético sobre lienzo (65 x 46) |
Un interesante relato.
ResponderEliminarTe felicito por tu blog.
Un saludo
Oliver
Muchas gracias Oliver. Un abrazo
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