Érase un christmas dejado encima de una estantería, olvidado desde hacía
muchas navidades. Los e-mails, whatsapps y mensajes de face, que viajaban por
el éter camino del móvil, se reían de él, de su obsoleto mensaje y estática
figura. De hecho, nada más llegar al teléfono, le enviaban una carcajada en
modo de pitido o campanilla, que es como ellos muestran su desprecio, sobre
todo los whatsapps, que son los más maleducados y abyectos. Pero nuestro
christmas no les hacía caso y, a pesar del tiempo transcurrido, exhibía con
orgullo el trineo dorado que llevaba pintado en su cubierta, creyendo además de
vital importancia y rabiosa actualidad el mensaje manuscrito en su interior. Un
día se oyó un estruendo, como un golpe seco. Miró con disimulo y vio como el teléfono
móvil estaba desguazado en el suelo. Nuestro amigo pensó, de inmediato, en la
muerte horrible que acababan de tener todos aquellos que tanto se habían reído
de él. De pronto, sintió un dolor horrible en su cintura. «Eso, calza la mesita con
esa tarjeta navideña que…, lleva lustros ahí. Si lo hubieses hecho antes, no me
habría quedado sin móvil»
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
martes, 5 de diciembre de 2017
Nanorrelato Nº 484. ¿Útil? Cuidado
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El contraste entre el pasado, que fue ayer mismo, aunque algunos seguimos mandando tarjetas navideñas, y el presente, que siempre arrasa.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un abrazo, Pedro