Érase un planeta
en el que todo el mundo llevaba el pelo al cero. Generación tras generación, el
raparse la cabeza habitualmente era una constante jamás cuestionada. Daba igual
si en las distintas naciones había monarquías o repúblicas, dictaduras o
democracias o cualquier otra forma de gobierno imaginable: todo el mundo se
cortaba el pelo. Un día, un poblador de ese planeta, faltó a su cita con el
peluquero. Aquello fue tremendo y se hizo viral por las redes. La persona que
hizo eso fue entrevistada de inmediato y, estando todo el planeta expectante,
respondió: se me olvidó, como estoy enamorado, pues me despisté pensando en
otras cosas. Aquella persona tuvo la mala suerte de estar en un país donde
existía la pena de muerte y, por ello, fue ejecutada de inmediato. Aunque tengo
que añadir que, las democracias que sabían de la dura sentencia antes de
ejecutarse, tampoco protestaron enérgicamente. Bueno… ni enérgica ni débilmente
ni…nada. Fin.
Por amor se han cometido todo tipo de locuras, hasta caer en falta en aquello más sagrado y establecido, pero debe tratarse como lo que es, un estado de locura transitoria que nubla la razón, por lo tanto, una causa eximente.
ResponderEliminarSiempre original.
Un abrazo, Pedro
Gracias, Ángel. Otro abrazo para ti
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