No se hablaba con nadie
desde una fecha en concreto, estática. Toda persona que hubiese conocido antes
de ese punto temporal, era ignorada inmediatamente. Por ello, a ojos de toda
esa cohorte, era un sociópata, o desagradable, o raro, o que la vejez le había
hecho un huraño. Él sabía que no, pero no podía explicarlo. No. Sólo él conocía
su razón que no era otra que haber tocado la locura, haber entrado, como si de
un chapuzón se tratara, en ese estado, pero había tenido muchísima suerte y
cual plana piedra tirada con fuerza hacia la superficie de un lago, había
entrado y salido hacia la superficie, a la “normalidad”. Por eso no les hablaba
a ninguno, ya que todos los anteriores pertenecían al segmento temporal de la
inmersión, como si todos ellos por acción o inacción hubiesen sido responsables
de la barbaridad que había habitado en su cerebro hasta que saltó. Sabía que
eso no podía contarlo... ¡Para qué! Ahora, en soledad, se había introducido más
en el interior, en pleno secano, buscando la protección del desierto, la mayor
distancia hacia el agua.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
miércoles, 30 de octubre de 2019
martes, 29 de octubre de 2019
Nanorrelato Nº 549. Refulgir
Ya hacía casi cuarenta
años que había llegado al planeta. Si ser inmigrante en la Tierra es
complicado, fuera de ella era aún más oneroso. Los habitantes de los distintos
planetas que albergaban vida veían muy mal que alguien dejase su mundo de
origen para irse a otro, como una forma de egoísmo o chulería interespacial
absolutamente censurada. En esto todos coincidían, independientemente que
respiraran hidrógeno u oxígeno, midiesen tres metros de altura o apenas un
centímetro. Cuando él salió en su cohete, que lo construyó imaginándose la nave
protagonista de la novela “Crónicas Marcianas” para entrar con buen pie, ya que
él pensaba que ese libro le tendría que gustar a todo habitante del Universo,
tenía mucha confianza. Sabía o intuía que no iba a ser un camino de rosas, pero
la ilusión de empezar una vida que fuese mejorando, con esfuerzo eso sí, le
empujó a cruzar el espacio sideral. Ahora, en plena madurez sigue trabajando en
el mismo puesto “de mierda”, y entrecomillo mierda porque en ese planeta el metano
es muy valorado para que quede claro que es en idioma de la Tierra, y jamás le
han dado una oportunidad de mejorar, negando siempre la mayor. Nada era
suficiente para los habitantes de ese planeta: que hubiese estudiado como el
que más, esforzado como ninguno, y ser el habitante más honrado que jamás
hubiesen visto. Nada. Seguía con la misma librea metálica que le entregaron
hace ya casi cuatro décadas. Pero nuestro protagonista no se rinde, y todos los
días saca brillo al metal que le cubre y en cada movimiento el refulgir es
visto desde grandes distancias. Eso es quizá lo que no soportan, que brilló
desde el primer día. Al final…, los planetas no son muy distintos, creo yo.
domingo, 13 de octubre de 2019
Nanorrelato Nº 548. La almendra garrapiñada
No voy a intentar buscar
una explicación a cómo he acabado transmutado en una rata; voy a ser como Tim
Robbins en la película “Cadena Perpetua”,
ya no soy aquel banquero, soy este preso y como tal voy a vivir. Por ende,
voy a ir afirmando mi nueva situación y, de momento, sólo estoy seguro de dos
cosas: que tengo los ojos de color rojo como cualquier rata de laboratorio, y
que el investigador que me tiene a su cargo sabe perfectamente que no soy una
rata, porque sólo a mí me ofrece almendras garrapiñadas y me mira con ojos de
pena, como disculpándose por “no poder hacer nada”. Que se meta por el culo su
falsa piedad que no es más que la otra cara de su cobardía, y que me deje en
paz, le digo en idioma ratuno cada vez que se acerca a la jaula mientras desprecio
su regalo yéndome al comedero a por la bazofia que ponen todos los días. Es muy
probable que las demás ratas también hayan sido humanas como yo, pero se han
dejado llevar por algún deleznable sentimiento y van como locas a por la
almendra garrapiñada que yo siempre abandono. Y este es, en el fondo, lo peor
de mi cadena perpetua: estar rodeado de cobardes y lameculos agradecidos en
esta dimensión en la que habito recientemente.
lunes, 16 de septiembre de 2019
Nanorrelato Nº 547. Ese país
Que buena es mi familia.
Mi papi, mi mami, mis hermanas…, todos. Cuando la tripa me duele, mi mami me
canta canciones muy bonitas y me dice que tiene un secreto: que algún día mi papi nos llevará a todos un país muy bonito, donde no me dolerá la tripa. Me enseña fotos de ese
lugar donde los niños comen una cosa de color rosa, que no sé lo que es, pero
que tiene que estar buenísima. Mis hermanas juegan conmigo en una caja de
cartón que tienen y yo soy el capitán del barco y las llevo donde ellas me
dicen, nombres de países muy raros pero que a ellas les gustan, aunque les digo
que el mejor es el que ha dicho mamá, pero ellas insisten en ir a todos esos
sitios. Seguro que es porque son, como dice mi mami…, adolescentes, y que es
por eso que no pueden estar quietas. Mi papi, siempre que viene, me dice que
cuando salga a jugar no vaya jamás por ese sitio donde hay un cartel con una
calavera, que me da mucho miedo cuando lo veo de lejos; que allí hay cosas en
el suelo que explotan y que me puede ocurrir como a él, que lleva un palo siempre
porque una de sus piernas está como escondida, porque es pequeñita y no llega
al suelo. Pero yo soy muy mayor, y mañana voy a ir allí, porque quiero ser como
él, quiero tener un palo largo y llevar a todos en mi barco a ese país…, a
comer cosas de color rosa.
martes, 2 de julio de 2019
Nanorrelato Nº 546. Primer día de trabajo
Al final fue elegido
presidente de la nación, aunque su partido solamente había sacado un diputado,
él, de los tres centenares y medio que componían el Congreso. Que si sí, que si
no, que contigo puedo pactar y contigo no, que si cordones sanitarios…total:
Presidente. Bueno, pues llegó el día de jurar el cargo y, ya en el pasillo notó
algo raro: nadie le dirigía la palabra. Los medios de comunicación, por lo
visto, ya que no se había enterado porque se levantó como cualquier día,
desayunó tranquilamente y se fue hacia su nuevo puesto de trabajo, le habían
puesto a parir. Sí, todos: los que decían que eran de izquierdas, los que afirmaban que eran de derechas, incluso aquellos que solo hablaban de las
vergüenzas de los seres humanos, todos coincidían en llamarle aprovechado, sin
moral, oportunista, sin ideas claras, que estaba ahí para llevársela…. En fin,
una retahíla de disparates sin parangón. Antes de jurar el cargo, fueron
subiendo a la tribuna cada uno de los portavoces de todos los partidos, coincidiendo al unísono, como si se hubiesen puesto de acuerdo, en repetir las palabras execrable actitud al aceptar el cargo,
como ya habían anunciado los medios de prensa. « Y yo que pienso decir que
necesito, claro, unos días de libre disposición antes de empezar aquí, para
ir a ayudar a recoger gente en el mar… ¡A ver cómo se lo toman!»
lunes, 1 de julio de 2019
Nanorrelato Nº545. ¿Naufragar?
El naufragio fue
rapidísimo. Las olas dieron la vuelta al barco como cuando se cae una tostada
al suelo. Visto y no visto; aunque de eso…ya hace muchos años. Y aquí sigue nuestro
protagonista, en su isla caribeña, todo el día en pelotas, sin hacer nada de
nada, salvo ver amaneceres y cosas así. He de añadir que no hay nadie más,
aunque eso no le importa demasiado, porque también estaba solo en aquel
cuchitril de cuarenta metros cuadrados con el monitor del ordenador como única
ventana al exterior. Cuantas veces habrá exclamado que qué bien hizo en
contratar aquel crucero por el Pacífico, gastándose lo que no tenía…¡qué habrá
hecho el banco con la pella! Y se ríe a carcajada limpia, que a veces son tan
fuertes que los pájaros exóticos se asustan y le protestan graznando. También
piensa a menudo cómo tendrá el colesterol que tan importante era: todos los
días andaba mirando las putas etiquetas de los bollos; en fin, estará solucionado,
claro, porque ahora sólo come fruta y eso era lo más aconsejable para mejorar
en ese sentido. Bendito naufragio escribió
con un pintalabios (que flotaba en el océano no sabe si de su accidente o de
alguna que le daba igual eso de reciclar y lo tiró sin más) en la entrada de su
cabaña de hojas y ramas, para leer, cada vez que vuelve de la playa, el nombre
de su casa, de su hogar.
viernes, 24 de mayo de 2019
Nanorrelato Nº 544. Viento.
Su sueño se hizo realidad:
se convirtió en piloto. A pesar de la humildad de su familia, agricultores de
una pequeña aldea y por tanto poco
dinero podían proporcionarle, golpes de suerte encadenados, que siempre hay que tenerla en cuenta en la
vida, junto a un esfuerzo grandioso de estudio nocturno robando horas de sueño
después de agotadoras jornadas en el campo, fueron los verdaderos protagonistas
de que se graduase en primera posición. Ahora se sentía feliz en su aeronave,
brillante, flamante, veloz, viendo como las nubes pasaban rapidísimas. Solo un
momento de tristeza paralizó la felicidad de vértigo al ver la foto de su joven
esposa, tan guapa con su quimono nuevo, sosteniendo en los brazos a su chiquilla
nacida hacía escasos dos meses. Pero la tristeza se disolvió como un azucarillo
cuando en el horizonte apareció la
silueta del portaviones estadounidense y recordó lo que realmente era: viento sagrado.
miércoles, 22 de mayo de 2019
Nanorrelato Nº 543. Mañana mejor, sin duda.
Volvió a abrir las mismas
cajitas y a sacar las mismas pastillitas de colores dejándolas en el mismo
recipiente para volver a formar, un día más, la reunión farmacológica. Pero
esta vez jugó con ellas: las hizo correr con el dedo una detrás de otra, simulando
un tiovivo cada vez más veloz. Cayeron al suelo y, sin perder de vista ni un
solo centímetro de sus trayectorias, rebotaron formando una pequeña galaxia
multicolor que le hizo sonreír por un instante.... hasta que la realidad las paró
en seco, que es como detiene la realidad. Ella las hubiera tenido flotando un
ratito disfrutando de sus ovalados volúmenes, olvidando durante “ese ratito” el dolor
que emana de su cabeza. Pero la realidad es sordomuda y no escucha ni contesta
las mínimas peticiones, por muy simples que nos parezcan. Y…, volvió a sentir
el dolor, el rechazo, la marginación y la soledad. Se hizo la misma pregunta,
exactamente la que se hacía desde que, día tras día, abría las cajitas, esa que
su médica le había dicho que conseguiría responderse sin ninguna duda….«¡Sin
ninguna duda!» Ese pequeño instante de seguridad que brotó en su maltrecha
cabecita con el eco de su voz…. «Mañana mejor, sin duda»
A mi amiga, psiquiatra.
martes, 21 de mayo de 2019
Nanorrelato Nº 542. El jardín delirante
No le fue bien la vida.
No importan las razones; además llegar a una respuesta exacta en asuntos tan
etéreos es absurdo, como lo son también las matemáticas a veces, he de añadir.
El caso es que acabó viviendo en el jardín, ya que el juez, ante su situación
tan lamentable, se apiadó de él y le dio una moratoria de un año. Eso sí, sin
entrar en la casa, que ahí estaban su ya exmujer, sus hijos que lo consideraban
como a una especie filósofo inútil y, por supuesto, la vigilancia Orwelliana de su abogado. Pero…, no se
vino abajo, y como el protagonista de “Cadena perpetua” se puso a trabajar en
su nuevo entorno. Empezó a estudiar la colocación de los geranios respecto al
grosor del césped relacionándolo con el tiempo de parada de las abejas en las
margaritas, y llegó a un algoritmo que publicó en The Lancet, ¡ni más ni menos! Los resultados y las conclusiones
fueron aprovechados por las empresas que se dedicaban al turismo de naturaleza
para estudiar cual era la mejor disposición de las plantas, árboles y demás flora
respecto a lo que el subconsciente de la gente demandaba en sus merecidas
vacaciones y jubilaciones. Y fue un éxito. Claro, la moratoria de nuestro
protagonista se acabó, y los derechos de dicho algoritmo pasaron a su exmujer
y, digamos, exhijos, que seguían considerándolo un filósofo inútil. Bueno, el
juez le dio otra moratoria y decretó que trabajara otro año de becario, eso sí,
en una de esas empresas turísticas creadas exprofeso por los magníficos resultados
de su ecuación. No sé más, ya que todavía no ha pasado el año.
miércoles, 8 de mayo de 2019
Nanorrelato Nº 541. Poesía: cada ocho horas
Poema tras poema. Uno
detrás de otro. Compulsivamente. Día tras día y sumando una cantidad exacta de
ellos: mes tras mes. Unas veces los dejaba inmóviles atados a algún recuerdo y
otras flotando en alguna circunvolución cerebral. Un día escribió “me tengo que despertar”. Y así fue: salió de la Unidad de
Intensivos en la que había permanecido mucho tiempo. Ha sido un milagro, un
milagro a medias entra la medicina y su obstinación por vivir, decían. No, ha
sido obra de la poesía, ella me mantuvo vivo. Y la médica que oyó eso,
reflexionó. Desde entonces, le entrega a cada uno de sus enfermitos un pequeño
poema donde el protagonista es el propio paciente. Y da buen resultado, parece
ser, ya que el hospital es uno de los mejores « A lo mejor hay más médicos entregando buenos poemas…,
digo yo»
domingo, 14 de abril de 2019
La vida, contigo.
Normalmente nunca, o casi nunca,
escribo sobre los libros que leo. No hago esta estupidez por razones de envidia
que, a primera vista, pudiese parecer. No, es peor: lo hago por puro egoísmo,
porque en el fondo creo que los libros que leo sólo los leo yo, y me guardo
para mí mismo, en ese lugar tan cercano a mí, la intimidad, como diría Adela
Cortina, y ahí escondo egoístamente, El
guardián entre el centeno, El Quijote,
o Las uvas de la ira, como si yo
fuese el único que he tenido el beneplácito de la cultura universal, el permiso
único, el salvoconducto singular. Pero como ser humano que soy y como facultad
imprescindible de la propia condición humana, voy a saltarme mi axioma: voy a
compartir un libro. El libro de la poetisa Esther Peñas, La vida, contigo. Y ¿Por qué lo hago? ¿Por qué me vuelvo comprensivo
con mis semejantes? Por el amor. Habla del amor. Lo pone dentro de un matraz,
de un tubo de ensayo, de una placa de Petri: Lo ves. Lo analizas. Te envuelve.
No, no habla de pasión, ni de orgasmos galácticos, ni de mariposas en el
estómago. No. Habla del amor y no de sus consecuencias o síntomas. Habla de la
brisa que pasa a la vez, en el mismo instante, bajo las piernas de dos amantes
sentadas en un alto. Habla de la lluvia que moja por igual. Habla del olor a
naranja que es exactamente, matemáticamente equivalente para ellas. Porque eso,
según Esther, es el amor: igualdad. O eso he entendido yo. Me van a perdonar,
pero para evitar entrar en un estado que podría ser patológico me receto, yo
mismo, una dosis de PS4. Un abrazo y gracias, Esther, por el libro y por
recordarme que “hay días en los que acierto” Bueno, no he dicho toda la verdad,
recuerden que soy el más humano de los humanos. Lo que también dice el libro,
muy escondido por el amor extremo en cada una de sus páginas, es de la urgencia
de escribir sobre el amor. Esa es la verdad. Me ha costado. Me voy a jugar,
como ya dije.
jueves, 11 de abril de 2019
Nanorrelato Nº 540. El bioquímico
Érase un bioquímico que
tuvo la mala suerte de que el dios de la mediocridad se fijase en él y, en un juicio amañado, dictara como
sentencia la destrucción de todo su trabajo. Nuestro intelectual tuvo que
ejecutar una a una y sin pestañear (así constaba en la sentencia), todas las
miles de sinapsis vertidas por él. Dicha acción debilitó sus rasgos humanos con
lo que cayó al suelo sin apenas ATP (Adenosina trifosfato, un nucleótido fundamental en la obtención de
energía celular) disponible. Se levantó transformado en otro ser y se mantuvo
erguido…, para siempre, porque el dios de la mediocridad es inmortal, como
corresponde a un dios, pero mediocre en toda su extensión temporal y por ende
no tiene la capacidad para evaluar, ni tan siquiera de imaginar, las gestas
valientes de los sabios que creen en su trabajo, que es equivalente a que creer
en uno mismo. Érase otro bioquímico desplazado en un despacho…, esa es otra
historia.
P.D. A Carlos López-Otín
jueves, 28 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 539. La nauseabunda balanza
La verdad, la nauseabunda
verdad que sólo él y su cliente sabían, inundaba toda su cabeza sin darle el
menor respiro. Mientras hablaba su colega adversario, seguía fraguándose la
madre de todas las batallas, proceso que dejaba sus circunvoluciones cerebrales
sembradas de cadáveres de los axiomas éticos que le habían certificado como
persona. La liza entre lo que sabía y lo que debía hacer, llegó a su momento
álgido: Miró su toga, a su defendido, se levantó y habló. Y fue un buen
profesional. Fin.
miércoles, 27 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 538. La lámpara de autoestima
Y cuando frotó por
tercera vez la vieja lámpara de cobre emulando al archiconocido protagonista
del cuento, se le apareció el genio. No era de color azul, ni de proporciones
monstruosas, lo que le hizo creer que tampoco tendría cualidades mágicas.
— Te equivocas al pensar
eso de mí — le arrojó de inmediato el genio al ver su expresión de desaliento — Yo soy lo mismo que
tú, puedo hacer tanto como anheles tú, como desees de verdad. Lo que quieras,
vamos.
— ¿Seguro? Porque yo…, no
tengo poderes.
—¿No? Cómo es posible que
hayas eliminado por completo la autoestima que ni lo evidente crees ¿Te parece
poca magia frotar una lámpara y que se aparezca un genio? ¿Sabes cuanta gente
se tira toda su vida restregando su mano contra un sinfín de superficies, completamente
desesperados, y lo único que obtienen son llagas en sus dedos?
martes, 26 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 537. La conjura de los necios
Miró fijamente a la serpiente.
Era la primera vez que estaba a solas con ella. El color verduzco de su piel
brilló de forma majestuosa. Pensó que la soledad, a veces, realza lo vulgar.
Miró su redonda boca negra, también era maravillosa a pesar de la ausencia de
color. Pero… volvió a su pensamiento, a su meta. Sabía que a ella le gustaría.
Sí, estaba completamente convencido de que el áspid sí le escucharía, de que le
encantaría su “conjura”. Era consciente del precio. Tendría que despertarla.
Dudó, la miró, dudó, la volvió a mirar, dudó…y abrió la puerta del coche, fue
hacia la parte de atrás y observó la también negra boca del tubo de escape.
Serpiente y tubo se fundieron en un beso, un beso de despertar. La serpiente se
desperezó. Él empezó a leerle su novela y ella le regaló su aliento.
lunes, 25 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 536. El paciente 43
Érase un médico, un
paciente y tres charlatanes. Nuestro médico estaba agotado y además
desmoralizado, ya que cuando salió de la consulta para ir al baño vio de reojo
la cantidad tremenda de pacientes que todavía le quedaban por ver. La consulta
de ese día iba con retraso ya que había tenido que entretenerse con dos
pacientes: un hipertenso rebelde y otro que parecía que lo que le contaba
sonaba a algo peor. Y después de dar
varias vueltas a toda la medicina, de la cardiología a la urología y de ahí a
la dermatología y vuelta a la cardiología, entró el paciente 43. Nuestro médico
estaba agotado, extenuado, y el paciente 43…, se le escapó. Y el paciente 43 llegó
a su casa y se ahorcó en la terraza de la cocina, teniendo como testigos a un
grupo de paños baratos bien doblados. Y mientras daba su último estertor, un
charlatán colgaba la foto de un lazo en Twitter en defensa de no sé qué cura,
otro plantaba un árbol para que retrocediese no sé qué enfermedad y el tercero
hablaba en no sé qué foro sobre una revolución tecnológica que está a punto de
llegar.
miércoles, 20 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 535. Humanización
Casi al final de su
discurso de despedida hizo una parada causada por la emoción. Las personas que
estaban escuchándole pensaron que aquella flaqueza era debida a la turbación
causada al relatar tantos éxitos clínicos, libros escritos, viajes y descubrimientos
en los casi sesenta años dedicados a la medicina. Pero no, solo él sabía que
aquella emoción era causada por el recuerdo de cuando era un joven médico y fue
a visitar a una paciente moribunda, que mientras ojeaba la ristra de papeles
donde quedaban reflejados todos los parámetros analíticos, situación actual y
demás datos necesarios para tratar a cualquier persona, ella le dijo, con una
vocecilla débil, que si en todos esos “testamentos” ponía que estaba sola, que
eso era lo más importante, y que ningún médico se lo había preguntado; pero no
se lo digo a usted para dar pena, no. Se lo cuento por si usted me podría coger
la mano y así me muero acompañada. Y así hizo. Y se murió. Y no estaba sola,
estaba él, su médico. Y esa mano, pequeña y enorme, es la verdadera
protagonista, la que le llevó en volandas a conseguir todos los éxitos que he
mencionado más arriba. Pero ese secreto se lo guarda para él, porque es médico
y los médicos guardan confidencias de sus pacientes.
martes, 19 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 534. Tres a la vez
No sabía bien lo que era,
si adolescente, niño o adulto. Dependiendo de con quién tratara, o de la franja
horaria, o incluso de si era día laborable o festivo podía adquirir cualquiera
de los tres papeles. Podía llegar a entender que en la interfase de niño a
adolescente o de adolescente a adulto existiese algún concepto confuso...
¿pero, en las tres a la vez? Cuando salía de su casa para ir a la escuela, los
besos y abrazos de su madre eran de niño pequeño; cuando llegaba a la escuela,
los días que había, la maestra le exigía que se responsabilizara de sus tareas
como corresponde a la adolescencia, y cuando disparaba el kalashnikov sobre algún prisionero que le ponían delante
arrodillado, los soldados que le felicitaban le daban a beber un líquido con el
que olvidar lo que acababa de hacer, como hacen normalmente los adultos.
jueves, 7 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 533.Un día medio
¡Zas, el petit suisse en
el medio de la blusa! ¡Zas, la multa por aparcar en prohibido al dejar a los
niños en el cole y tardar más de lo pensado por una mini-conversación con el
tutor en el medio del parabrisas! ¡Zas, veinte minutos de retraso por estar atrapada
en el carril del medio! ¡Zas, algún subnormal le echa el aliento en la nuca y
tiene que ir oliendo su mierda de cereales integrales por ir en el medio del
ascensor! ¡Zas, llega tarde y tiene que pasar por el medio de un círculo observando que todos los componentes de la circunferencia le miran justo en el
medio del culo! ¡Zas, reprimenda de su jefe con motivo de llegar tarde y de una
discusión con un compañero, advirtiéndola que en el medio está la virtud, que
ya vale de extremismos! ¡Zas, viaje al lavabo a ver si hay suerte y el test de
embarazo, que compró hace cinco días por una sensación de vómitos muy familiar
y parece que hoy ya tiene valor de hacérselo, no sale coloreado en el punto de
en medio, como detalla las instrucciones! ¡Zas, mientras espera sentada en la
taza lee una pintada en la parte superior de la puerta que reza “si tienes
altura, da con la polla en el medio de esta escritura”!¡Zas, está en el váter
de tíos, que por una extraña casualidad está en el medio de la planta!
viernes, 1 de marzo de 2019
Nanorrelato Nº 532. Calidad
Era una ardilla muy
ordenada. Su madriguera había pasado sin problemas la ISO, cuando iba a buscar
una nuez y la escondía lo tenía perfectamente escrito en un protocolo que
revisaba cada seis meses y a la hora de entablar amistad con otras de su
especie, seguía al pie de la letra las debilidades, amenazas, fortalezas y
oportunidades de la nueva incorporación para ¡evitar sorpresas, vamos! Estaba tan orgullosa de su forma de actuar
que se vino arriba y colgó el brillante y llamativo marchamo del último.., no
estoy seguro pero creo que era el EFQM, lo cual fue la llamada perfecta a un
zorro, tremendamente desordenado he de añadir, para encontrarla y comérsela de
un bocado, sin ningún orden, ni fase ,ni pensando en nada, salvo en engullirla.
jueves, 28 de febrero de 2019
Nanorrelato Nº 531.Maldito siglo XXI
Se sorprendió con la
rapidez que le contestaron. Apenas hacía unos minutos que se había dado de alta
en aquella plataforma, que ya había oído en el trabajo su infalibilidad a la
hora de ligar. Así que quedó, aunque un poco preocupado por su pequeña
mentirijilla de poner como foto de perfil una muy buena que tenía, cuando todo
“le iba bien”, de hacía cinco años. «Cinco años no son nada…, tampoco he
cambiado tanto», se dijo en voz alta. Y como acabo de decir, quedó. No fue mal
al principio, salvo al rato cuando le insinuó si le apetecía merendar las
tortitas que allí hacían que eran muy buenas y que lo más importante es
encontrar a alguien para continuar el viaje acompañado….
«Creo que hay páginas web,
en latín, donde puedes encontrar lo que necesitas. Por cierto: quita esa mierda
de foto»
Al día siguiente, en el
trabajo, las carcajadas se oían en toda la oficina.
viernes, 22 de febrero de 2019
Nanorrelato Nº 530. Freud y el cine
« Hijo mío: eres un
desastre. Ya llevas tres divorcios. No hago carrera de ti» le dijo el mismísimo
Groucho Marx moviendo el puro y mirándole fíjamente a los ojos, lo que de
inmediato hizo que pegara un salto en la cama empapado en sudor. ¡Vaya
pesadilla!, le contestó frente al espejo del baño, afeitándose; además tú ¡Mi
Groucho! Tenías que ser tú, la persona que más admiro. Has sido muy cruel. En
fin, a ver si pasa ya esta época…, de nuevo. «Más madera que es la guerra…» le
pareció oír desde el dormitorio cuando estaba a punto de salir. ¡Esta noche que
venga Marilyn, o me voy al sillón si sigues encerrado ahí!, le
contestó desde el otro lado de la puerta.
miércoles, 20 de febrero de 2019
Nanorrelato Nº 529. El botoncito al cuello
Y llegó a viejecito. Lo
supo porque casi sin darse cuenta llevaba, de pronto, un botón colgado al
cuello. Estaba muy claro que eso era
“cosa de sus hijos”, para estar ellos más tranquilos…como vivía solo, para
ellos exculparse un poco de sus respectivos subconscientes, que como todo el
mundo sabe siempre dicen la verdad; porque a él eso no le hacía falta, pero
para qué iba a decirles nada a estas alturas de la vida. Lo importante era su
vecina. El verdadero amor a la mejor edad, exclamaba en alto cuando la veía. Y
mis hijos creen que nuestro amor es forzado, que es fruto del miedo, del miedo
a morirme solo ¡Qué te parece, amada mía, con lo que me gasté en su educación y
lo ignorantes que son! Ella también llevaba un botoncito por la misma razón
contada un poco más arriba. Además, te voy a decir algo: en el fondo todo,
menos tú, me importa un pito…, y miraban a la vez sus respectivos botoncitos
de pitidos y se descojonaban de risa, con dos buenas copas de vino, utilizando
como posavasos las cajas de los fármacos hipotensores que tomaban
religiosamente, eso sí.
« Como no me des un beso
toco el botón y lío una que pa qué»
«Tonto, estate quieto»
lunes, 14 de enero de 2019
Nanorrelato Nº 528. Todo en su sitio
Tendrás que operarte. Así
no puedes seguir -le dijo a su mujer viendo que era incapaz de leer-. Que te
crees que no me doy cuenta que desde hace mucho tiempo solo ves las fotos de
las revistas; bueno, veías, que me parece a mí que ya ni eso, porque casi ni las
abres ¡Con lo que te ha gustado tanto leer y cotillear! Y te lo digo por ti,
porque estás muy bien de cabeza y aunque la reuma te impide moverte todo lo que
te gustaría, que siempre fuiste una polvorilla; pero salvo eso todo está en su
sitio, añadió mirándole las tetas y guiñándole un ojo. Y ahora te lo digo por
mí: a mí no me fastidies más que necesito volver a ver esa mirada de…, de eso,
que me volvió loco desde el primer momento. Que yo creo que a mis ochenta y
cuatro años me merezco conservar eso. Así que ¡Eah! a operarte esos ojos y a
mirar…, como siempre me has mirado. Y no
tengas miedo que ya he preguntado y casi no hay riesgo aunque seas una abuela…,
con todo en su sitio, eso sí.
miércoles, 9 de enero de 2019
Nanorrelato Nº 527. No me rindo
Ha llamado usted a la
empresa X. Si está nervioso diga “uno”, si está tranquilo diga “dos” «UNO». Si
cree usted que el problema que tiene es real diga “uno”. Si piensa
objetivamente que es inventado, fruto de su nerviosismo, diga “dos” «UNO y DOS». Si está angustiado diga “uno” y
si esa angustia proviene, como antes se le ha preguntado de algo que usted se
imagina pero que no tiene una causa real, diga “dos” «DOS y UNO». Ahora se le
pasará con un operador, aunque ya se le avisa que para los problemas inventados
la plantilla es muy pequeña, porque en esta empresa nos preocupamos de
problemas verdaderos. Nos interesa solucionar y no perder el tiempo en cosas
ñoñas. Cuando termine el operador, si es que en algún momento queda alguno
libre, le pediremos que nos valore. « ¡Ahí te espero, pájaro! Si he llegado
hasta los cien años con una guerra de por medio, hambre y piojos en mi juventud
para parar un carro, y solo tengo un poco el azúcar alto y algo de reuma cuando
hace frío, conmigo no vais a poder, sinvergüenzas.
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