Llevaba 752 años de
becario. Se plantó. No quiso hacer nada más, ya que para su cerebro había
llegado la hora de la jubilación, esa de la que le habían hablado hacía mucho
tiempo, esa que él mismo había visto posarse tranquilamente en sus
progenitores, esa que venía anunciada con colores plateados. Él tenía el pelo
completamente blanco, y su otro yo, el educado en lo anterior digamos, fue el
que dijo: Ya, es la hora del descanso. Se fue a un pueblo y nada más llegar se
sentó en una mesa a jugar al dominó, como estaba escrito. Pero no había nadie
más con él, así que sólo pudo comprobar que la caja de madera contenía las 28
nacaradas fichas. Después fue a buscar a su nieto a la salida del colegio, pero
ningún niño le cogió de la mano ya que ni tan siquiera había tenido hijos.
Paseó un rato por la calle principal pero nadie de su edad le saludó, ya que él
no era de allí, había nacido en el arrabal de una gran ciudad. Por desgracia, sólo era un
becario envejecido ahora fuera de su ecosistema, es decir, un producto
económico sacado de una gráfica. Fin.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
miércoles, 27 de junio de 2018
viernes, 22 de junio de 2018
Nanorrelato Nº 511. Por eso...
Entró en la jaula. El guardia la
miró con aire de extrañeza ya que era la única niña que ni lloraba ni gritaba
desesperadamente: Papá, mamá, papito o mamita, por poner cuatro de los más
escuchados. Se sentó en una esquina. Volvieron a abrir la puerta y el policía,
un chico pelirrojo y de color azul claro sus ojos, le volvió a preguntar su
nombre y el de su padre. Ella sacó un papel arrugado de la
barriga del oso de trapo que se agarraba a su bracito con tanto miedo como su
dueña a él. El rojizo muchacho pensó que la chiquilla era sordomuda y que por
eso le enseñaba el papelito tan bien custodiado. Leyó. “En CONGRESO, 4 de julio
de 1776. Sostenemos como evidentes por sí dichas verdades: que todos los
hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos
inalienables, que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la
Felicidad”
«Ustedes lo escribieron, señor
Agente. Por eso hemos venimos acá, dice mi papito»
El azul claro de los ojos del
muchacho se oscureció presagiando la más terrible de las tormentas.
martes, 12 de junio de 2018
Nanorrelato Nº 510. Triunfar
Era un artista sin
aplausos. Ni uno. Escribía, pintaba, recitaba, vamos…, de todo. Pero no recibía
ni una mísera moneda en el platillo de su ego. Había leído en internet que
muchos creadores estuvieron toda su vida sin un mínimo reconocimiento, y que
tan solo fueron apreciados cuando ya habían cambiado de dimensión; pero eso no
le reconfortaba, ya que quería que el triunfo, por pequeño que fuese que ya
sabía que las cosas estaban muy malas,
fuese en vida a poder ser, porque tampoco se fiaba mucho de “qué hay después”.
Le decían sus familiares, amigos y personas que le apreciaban, que ese
planteamiento era erróneo, que uno debe de crear por placer, que eso era lo
puro, lo correcto. «Ya, ya. Por eso el mundo va como va» Así que un día se
quitó la vida. Pero no fue por acelerar la posibilidad de ese reconocimiento
póstumo. No. Fue porque estaba enfermo, y ya sabemos que la enfermedad
aprovecha cualquier oportunidad para triunfar.
miércoles, 6 de junio de 2018
Nanorrelato Nº 509. Contratransferencia
Consiguieron sobrevivir
al negro oleaje que les gritaba, como si de una sirena se tratase, dónde
deberían acabar. Aguantaron ante los miasmas que día a día en el campamento les
susurraban recordándoles en qué iban a transformarse. Sobrevivieron a las execrables
palabras que escupían los televisores, con engolada voz, dónde deberían irse de
inmediato. Y caminaron. Y trabajaron. Y tuvieron amor y descendencia. Y vejez y
paz. Y sus hijos nunca supieron el porqué, mientras vivieron en la casa de sus
padres, jamás quedó un grifo abierto, nunca hubo un mal olor y en la televisión
siempre daban dibujos animados.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)