Érase una vez un par de
semillas que volaban juntas arrastradas por el viento. Durante su arduo viaje,
repleto de peligros que fueron sorteando porque eran dos semillas muy tenaces,
apareció una gran amistad que, con el tiempo, se transformó en un tórrido romance
para evolucionar a un sólido amor, ya que tuvieron la gran suerte de caer muy
cerca y así llevar a término todos esos planes maravillosos que imaginaron
durante el vuelo. Con el tiempo dos árboles magníficos salieron de ambas
simientes cuyas ramas, repletas de hojas, entrelazaban durante las primaveras.
Pero…, eran de dos especies distintas y uno de ellos creció más que el otro,
por lo que cuando llegaba la siguiente primavera, el más alto tenía que
agacharse para abrazar a su amante. Y como la condición arbórea es parecida a
la condición humana, se cansó del esfuerzo y una primavera dejó de agacharse.
La verdad es que era un árbol altísimo y precioso; tan era así que el dueño del
jardín lo arrancó y se lo vendió a un señor muy rico que lo quería en su palacio.
El árbol pequeño se encontró muy mal cuando le vio partir, a pesar de que no le
abrazase desde hacía varias primaveras, ya que sentía la misma intensidad
amorosa que cuando eran muy felices juntos. Pero el otro no: se marchó altivo
por estar llamado a grandes empresas y olvidó por completo al diminuto
compañero. Pasó mucho tiempo y el más pequeño siguió en el jardín, que
convertido en parque público, acumuló corazones de adolescentes enamorados que
le cosquilleaban el tronco y decenas de nidos de ruidosos pajarillos y…, olvidó
a su antiguo compañero, rehaciendo su vida con un simpático arbusto que desde
que germinó se había fijado en él. El
otro está en un cementerio, solo,
rodeado de amargados cipreses, ya que su importantísimo dueño al morir
quiso que le acompañase en su eterno descanso. FIN.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
martes, 12 de diciembre de 2017
lunes, 11 de diciembre de 2017
Nanorrelato Nº 486. La Tierra Soñada
Confundía el amanecer con
la puesta de Sol: no era capaz de discernir si la dorada estrella subía o
bajaba. El pasado y el futuro se intercambiaban de forma sarcástica, como si
bailaran agarrados y una vez llevara uno y la siguiente el otro. Tampoco distinguía
si la barca iba o venía, si la playa se acercaba o alejábase, si los gritos de
los que se ahogaban aumentaban o disminuían. No era capaz de nada salvo de
agarrar a su hijo, del que tampoco sabía si crecería grande y sano en la Tierra Soñada o el mar se lo tragaría
transformándolo en un insignificante aborto.
jueves, 7 de diciembre de 2017
Nanorrelato Nº 485. No sé querer
No sé querer: no tengo ni
la más remota idea. Cuando me enamoro es tal la intensidad que pongo en ello,
que dicho maremoto acaba por destruir la pareja. ¡Qué daño me ha hecho leer
tanta poesía! Debería de guardar algo, algo de pasión quizá. La verdad es que
me desespero porque sufro innecesariamente sabiendo de antemano la solución,
que es lo gordo del tema. Prometo una y otra vez que voy a ser más
conservadora, que voy a pensar un poco más en esa relación estable que tanto
añoro y menos en mí…, pero nada, siempre meto la pata…, la pata frontal para
ser más exacta. Si es que soy una mantis
religiosa sin solución. ¡Otro que me como! Y mis ojos compuestos, de nuevo,
llenos de lágrimas ¡Qué desesperación!
martes, 5 de diciembre de 2017
Nanorrelato Nº 484. ¿Útil? Cuidado
Érase un christmas dejado
encima de una estantería, olvidado desde hacía muchas navidades. Los e-mails,
whatsapps y mensajes de face, que viajaban por el éter camino del móvil, se reían
de él, de su obsoleto mensaje y estática figura. De hecho, nada más llegar al
teléfono, le enviaban una carcajada en modo de pitido o campanilla, que es como
ellos muestran su desprecio, sobre todo los whatsapps, que son los más maleducados
y abyectos. Pero nuestro christmas no les hacía caso y, a pesar del tiempo
transcurrido, exhibía con orgullo el trineo dorado que llevaba pintado en su
cubierta, creyendo además de vital importancia y rabiosa actualidad el mensaje
manuscrito en su interior. Un día se oyó un estruendo, como un golpe seco. Miró
con disimulo y vio como el teléfono móvil estaba desguazado en el suelo.
Nuestro amigo pensó, de inmediato, en la muerte horrible que acababan de tener
todos aquellos que tanto se habían reído de él. De pronto, sintió un dolor
horrible en su cintura.
<< Eso, calza la
mesita con esa tarjeta navideña que…, lleva lustros ahí. Si lo hubieses hecho
antes, no me habría quedado sin móvil >>
lunes, 4 de diciembre de 2017
Nanorrelato Nº 483. El sitio correcto
<<
¿Qué…, estoy haciendo?>> Se preguntó el patito feo antes de frenar en
seco, bueno en mojado ya que estaba en medio del lago. Las ondas producidas por
el frenazo desconcertaron al cisne que llevaba al lado.
<<
¿Qué haces?>> le soltó rápidamente el precioso cisne hembra que nadaba
justo delante de él. << ¿Por qué paras así? ¿No ves que tienes que
seguirme? Tenemos que nadar en medio del lago para que nuestra belleza sea
contemplada por todos. Somos cisnes >>
<<No.
Me voy a la orilla a que me tiren pan. Tengo que dejar de ser “patito feo” y cisne. Yo no soy ninguna de las dos cosas. Soy un pato. De todas formas:
gracias, preciosa >> Y con un sonoro ósculo seguido de un cuá muy sincero, se despidió nuestro
ánade protagonista.
FIN
Suscribirse a:
Entradas (Atom)