Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


miércoles, 12 de septiembre de 2018

Nanorrelato Nº 523. Benditas elecciones perdidas

Literalmente: se cagó de miedo. Afeitándose se acordó que su vecino, el que trabajaba en la Universidad, como trueque a que él cuando era Gerente de un hospital había enchufado a su hijo en una suplencia de tres meses de verano, en su día le regaló un título de un máster que la verdad, ni se acordaba en qué era. Poco tiempo duró su miedo ya que pasó al estadio de pánico al escuchar mientras iba en el coche oficial el acrónimo T.F.M. Tampoco duró mucho la fase de pánico, porque enseguida volvió a la realidad y le arropó la tranquilidad  « ¡Pero…, si soy el chófer!»

viernes, 7 de septiembre de 2018

Nanorrelato Nº 522. Ahí está la respuesta

Y se acabaron. Lo que jamás imaginaron los responsables del superordenador generador de sueños, ocurrió. Sí, a partir de una hora concreta los sueños empezarían a repetirse, les comunicó mediante un mensaje de texto que les llegó a sus móviles. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Cómo vamos a solucionar este marrón de consecuencias impredecibles? La propia Vida, asustada porque la noticia corrió como la pólvora, también envió un mail preguntando que ¿ Qué debía hacer?, ya que desde ese instante anunciado habría dos personas con el mismo sueño, entonces ¿A quién se lo otorgaba?, y que ¿Cuál era el algoritmo para inclinarse hacia una persona u otra?, ya que a los dos imposible, ¡Cómo iban dos personas a tener el mismo puesto de trabajo, o la misma pareja, o conquistar el mismo país!, por poner tres ejemplos cualquiera. Así que hasta que no resolváis este dilema, amenazó a los técnicos en sueños, no concedo nada de nada, ¡Mejor quedarse quietita! Y esto ocurrió hace un tiempo, y por esa razón nadie en este mundo consigue su sueño. Lo siento.

martes, 4 de septiembre de 2018

Nanorrelato Nº 521. La gelatina temblorosa

Escuchó en la radio una canción que decía algo así como que las palabras fueron avispas, y sus catorce primaveras se estremecieron como una gelatina de frambuesa. Era la primera vez que sentía la separación de ese amor, que había oído clasificar despectivamente como “de verano”, pero ella no podía dejar de temblar. No tenía ninguna gana de comer, ver la televisión y lo peor de todo: de hacer ganchillo. Aquello era el fin. Pero al cabo de unas horas la realidad se le echó encima como la mañanita que se ponía nada más levantarse y volvieron de golpe los ochenta y cinco inviernos, y rezó a su estampita del alma estar viva para el siguiente verano y que su hijo la volviese a llevar a la playa para resucitar trémula al sentir la mano de…, ese amor de verano.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Nanorrelato Nº 520. Arte farmacológico

Andaba un poco y se cansaba: pastilla amarilla, como las lucecitas que veía casi antes de desmayarse. Avanzaba otro poquito y al doblar una esquina cualquiera aparecía la tristeza: pastilla morada, como el color del ocaso. Subía tres escaleras y ¡zas!, la melancolía: pastilla verde ..., ¿Un momento? ¿El verde no es el color de la esperanza? Entonces, ¿Esta píldora cura o no cura? ¿A ver si va a ser contra el estreñimiento por la esperanza de un buen final? Río un poquito al oírse su conclusión.

«Y esa sonrisa, queridos colegas, fue el principio de la curación del paciente, según os acabo de leer en el informe de su médico. Ya os dije que sería un éxito para la empresa farmacéutica en la que trabajamos contratar a un pintor que le diese verdadero sentido a los fármacos que diseñamos ¡No todo es bioquímica, amigos! Fin de la sesión. A trabajar. Por cierto, ¿Quién de ustedes me dijo algo sobre un novelista que nos reescribiese los prospectos?»