La reunión fue al más
alto nivel. Dios, convocó a todas sus distintas manifestaciones culturales
urgentemente: el asunto no era para menos. Sólo había que decidir quién de
ellas bajaba un segundito a la Tierra para dar el mensaje. Se presentó
voluntaria una de ellas, que no voy a decir quién era, porque en el fondo da
igual, con saber que era Dios, vale. Esperó a que la rotación de la Tierra
llevase a la menor distancia posible y bajó como un rayo hacia las isla de Tenerife: « Haz el favor y pide ahora mismo perdón por la barbaridad que has
dicho de la madre de esas dos chiquillas ¡Haz el favor!»
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
martes, 15 de junio de 2021
Nanorrelato Nº 640. ¡Haz el favor!
viernes, 11 de junio de 2021
Nanorrelato Nº 639. 1000 metros de machismo
A veces la injusticia es tan
atroz que no tiene ni cara ni forma, porque su fealdad es tan terrible que
hasta ella misma se asusta, y no quiere dejar ningún rastro, ninguna evidencia,
no sea que fuese verdad que los espejos esconden un mundo detrás y su mero reflejo
es más que suficiente para exterminarlo. A veces la injusticia lleva de la mano
palabras aparentemente inocuas como ancla y manta, y otras importantísimas como
chiquilla y padre. Las une para siempre en un dolor eterno que solo se puede
atenuar con el perdón de …esa chiquilla. A veces el bien pierde de forma estrepitosa
y el mal gana unos centímetros. Pero eso ya es cuenta nuestra. Esperemos que
esta lección nos haga ver la verdadera cara del machismo que no es otra que esa
expresión de no comprender nada que quedó para siempre a mil metros de
profundidad. Si con esto no hacemos nada, quizá deberíamos tirar todos nuestros
sentimientos a esa profundidad, porque ya no los necesitamos.
miércoles, 2 de junio de 2021
Nanorrelato Nº 638. Muy muy (Gracias, eléctricas)
Siempre había sido el
loco de su casa ya que todas las noches ponía la lavadora a las tres de la madrugada
harto de no poder dormirse; su sonido al centrifugar, sobre todo, le inducía el
sueño y se imaginaba que iba en un avión muy muy lejos, a una isla muy muy
lejana de playas blancas y agua verde turquesa. Nadie le hablaba desde hacía
mucho por su impertinente conducta nocturna que molestaba a sus
infinitos vecinos con los que se repartía el minúsculo trozo de espacio de su enorme
bloque de viviendas de paredes de papel. Pero gracias a un golpe de suerte ya
todas las viviendas producían el mismo arrullo a las tres de la mañana, y por
fin él no tenía que levantarse. Era muy muy feliz volando en un sinfín de
tipos de aviones… sin moverse de su colchón de gomaespuma, como pasajero de
primera.