Su sueño se hizo realidad:
se convirtió en piloto. A pesar de la humildad de su familia, agricultores de
una pequeña aldea y por tanto poco
dinero podían proporcionarle, golpes de suerte encadenados, que siempre hay que tenerla en cuenta en la
vida, junto a un esfuerzo grandioso de estudio nocturno robando horas de sueño
después de agotadoras jornadas en el campo, fueron los verdaderos protagonistas
de que se graduase en primera posición. Ahora se sentía feliz en su aeronave,
brillante, flamante, veloz, viendo como las nubes pasaban rapidísimas. Solo un
momento de tristeza paralizó la felicidad de vértigo al ver la foto de su joven
esposa, tan guapa con su quimono nuevo, sosteniendo en los brazos a su chiquilla
nacida hacía escasos dos meses. Pero la tristeza se disolvió como un azucarillo
cuando en el horizonte apareció la
silueta del portaviones estadounidense y recordó lo que realmente era: viento sagrado.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
viernes, 24 de mayo de 2019
miércoles, 22 de mayo de 2019
Nanorrelato Nº 543. Mañana mejor, sin duda.
Volvió a abrir las mismas
cajitas y a sacar las mismas pastillitas de colores dejándolas en el mismo
recipiente para volver a formar, un día más, la reunión farmacológica. Pero
esta vez jugó con ellas: las hizo correr con el dedo una detrás de otra, simulando
un tiovivo cada vez más veloz. Cayeron al suelo y, sin perder de vista ni un
solo centímetro de sus trayectorias, rebotaron formando una pequeña galaxia
multicolor que le hizo sonreír por un instante.... hasta que la realidad las paró
en seco, que es como detiene la realidad. Ella las hubiera tenido flotando un
ratito disfrutando de sus ovalados volúmenes, olvidando durante “ese ratito” el dolor
que emana de su cabeza. Pero la realidad es sordomuda y no escucha ni contesta
las mínimas peticiones, por muy simples que nos parezcan. Y…, volvió a sentir
el dolor, el rechazo, la marginación y la soledad. Se hizo la misma pregunta,
exactamente la que se hacía desde que, día tras día, abría las cajitas, esa que
su médica le había dicho que conseguiría responderse sin ninguna duda….«¡Sin
ninguna duda!» Ese pequeño instante de seguridad que brotó en su maltrecha
cabecita con el eco de su voz…. «Mañana mejor, sin duda»
A mi amiga, psiquiatra.
martes, 21 de mayo de 2019
Nanorrelato Nº 542. El jardín delirante
No le fue bien la vida.
No importan las razones; además llegar a una respuesta exacta en asuntos tan
etéreos es absurdo, como lo son también las matemáticas a veces, he de añadir.
El caso es que acabó viviendo en el jardín, ya que el juez, ante su situación
tan lamentable, se apiadó de él y le dio una moratoria de un año. Eso sí, sin
entrar en la casa, que ahí estaban su ya exmujer, sus hijos que lo consideraban
como a una especie filósofo inútil y, por supuesto, la vigilancia Orwelliana de su abogado. Pero…, no se
vino abajo, y como el protagonista de “Cadena perpetua” se puso a trabajar en
su nuevo entorno. Empezó a estudiar la colocación de los geranios respecto al
grosor del césped relacionándolo con el tiempo de parada de las abejas en las
margaritas, y llegó a un algoritmo que publicó en The Lancet, ¡ni más ni menos! Los resultados y las conclusiones
fueron aprovechados por las empresas que se dedicaban al turismo de naturaleza
para estudiar cual era la mejor disposición de las plantas, árboles y demás flora
respecto a lo que el subconsciente de la gente demandaba en sus merecidas
vacaciones y jubilaciones. Y fue un éxito. Claro, la moratoria de nuestro
protagonista se acabó, y los derechos de dicho algoritmo pasaron a su exmujer
y, digamos, exhijos, que seguían considerándolo un filósofo inútil. Bueno, el
juez le dio otra moratoria y decretó que trabajara otro año de becario, eso sí,
en una de esas empresas turísticas creadas exprofeso por los magníficos resultados
de su ecuación. No sé más, ya que todavía no ha pasado el año.
miércoles, 8 de mayo de 2019
Nanorrelato Nº 541. Poesía: cada ocho horas
Poema tras poema. Uno
detrás de otro. Compulsivamente. Día tras día y sumando una cantidad exacta de
ellos: mes tras mes. Unas veces los dejaba inmóviles atados a algún recuerdo y
otras flotando en alguna circunvolución cerebral. Un día escribió “me tengo que despertar”. Y así fue: salió de la Unidad de
Intensivos en la que había permanecido mucho tiempo. Ha sido un milagro, un
milagro a medias entra la medicina y su obstinación por vivir, decían. No, ha
sido obra de la poesía, ella me mantuvo vivo. Y la médica que oyó eso,
reflexionó. Desde entonces, le entrega a cada uno de sus enfermitos un pequeño
poema donde el protagonista es el propio paciente. Y da buen resultado, parece
ser, ya que el hospital es uno de los mejores « A lo mejor hay más médicos entregando buenos poemas…,
digo yo»
Suscribirse a:
Entradas (Atom)