No le fue bien la vida.
No importan las razones; además llegar a una respuesta exacta en asuntos tan
etéreos es absurdo, como lo son también las matemáticas a veces, he de añadir.
El caso es que acabó viviendo en el jardín, ya que el juez, ante su situación
tan lamentable, se apiadó de él y le dio una moratoria de un año. Eso sí, sin
entrar en la casa, que ahí estaban su ya exmujer, sus hijos que lo consideraban
como a una especie filósofo inútil y, por supuesto, la vigilancia Orwelliana de su abogado. Pero…, no se
vino abajo, y como el protagonista de “Cadena perpetua” se puso a trabajar en
su nuevo entorno. Empezó a estudiar la colocación de los geranios respecto al
grosor del césped relacionándolo con el tiempo de parada de las abejas en las
margaritas, y llegó a un algoritmo que publicó en The Lancet, ¡ni más ni menos! Los resultados y las conclusiones
fueron aprovechados por las empresas que se dedicaban al turismo de naturaleza
para estudiar cual era la mejor disposición de las plantas, árboles y demás flora
respecto a lo que el subconsciente de la gente demandaba en sus merecidas
vacaciones y jubilaciones. Y fue un éxito. Claro, la moratoria de nuestro
protagonista se acabó, y los derechos de dicho algoritmo pasaron a su exmujer
y, digamos, exhijos, que seguían considerándolo un filósofo inútil. Bueno, el
juez le dio otra moratoria y decretó que trabajara otro año de becario, eso sí,
en una de esas empresas turísticas creadas exprofeso por los magníficos resultados
de su ecuación. No sé más, ya que todavía no ha pasado el año.
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