Su sueño se hizo realidad:
se convirtió en piloto. A pesar de la humildad de su familia, agricultores de
una pequeña aldea y por tanto poco
dinero podían proporcionarle, golpes de suerte encadenados, que siempre hay que tenerla en cuenta en la
vida, junto a un esfuerzo grandioso de estudio nocturno robando horas de sueño
después de agotadoras jornadas en el campo, fueron los verdaderos protagonistas
de que se graduase en primera posición. Ahora se sentía feliz en su aeronave,
brillante, flamante, veloz, viendo como las nubes pasaban rapidísimas. Solo un
momento de tristeza paralizó la felicidad de vértigo al ver la foto de su joven
esposa, tan guapa con su quimono nuevo, sosteniendo en los brazos a su chiquilla
nacida hacía escasos dos meses. Pero la tristeza se disolvió como un azucarillo
cuando en el horizonte apareció la
silueta del portaviones estadounidense y recordó lo que realmente era: viento sagrado.
Tu relato le da una voz tan poética al fanatismo de tu personaje que por un momento también uno se va por allá en el paseo por las nubes. Por asociación te dejo por aquí la sugerencia de leer "Patriotismo" de Yukio Mishima, uno de mis cuentos favoritos de toda la vida :) Saludos
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Taty. Es una alegría enorme leer tus comentarios. Un abrazo
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