Poema tras poema. Uno
detrás de otro. Compulsivamente. Día tras día y sumando una cantidad exacta de
ellos: mes tras mes. Unas veces los dejaba inmóviles atados a algún recuerdo y
otras flotando en alguna circunvolución cerebral. Un día escribió “me tengo que despertar”. Y así fue: salió de la Unidad de
Intensivos en la que había permanecido mucho tiempo. Ha sido un milagro, un
milagro a medias entra la medicina y su obstinación por vivir, decían. No, ha
sido obra de la poesía, ella me mantuvo vivo. Y la médica que oyó eso,
reflexionó. Desde entonces, le entrega a cada uno de sus enfermitos un pequeño
poema donde el protagonista es el propio paciente. Y da buen resultado, parece
ser, ya que el hospital es uno de los mejores « A lo mejor hay más médicos entregando buenos poemas…,
digo yo»
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