Los había leído todos. Y hasta
alguno de ellos varias veces, para exprimir cualquier mensaje secreto que se le
hubiese escapado en su búsqueda de la adaptabilidad. Si se hubiese publicitado,
sería uno de los máximos referentes en libros de autoayuda. Tenía la casa llena
de postits que rezaban mensajes del estilo “Hoy es único”, “Claro que puedes” o
“Ahora empieza todo”. Cada vez que se asomaba a un espejo, verbalizaba con la
imagen allí mostrada: “tú eres el mejor. A por todas”. En la nevera, alimentos
que de ninguna manera proporcionaban metabolitos tóxicos que agravaran su
estado. Crema hidratante para las rozaduras de la mascarilla de nivel 2 para filtrar todos los
gases, tanto invernadero como de entretiempo. Hasta consiguió una bala de
material reciclable para evitar contaminar el mundo con las clásicas de plomo.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
martes, 19 de septiembre de 2017
lunes, 18 de septiembre de 2017
Nanorrelato Nº 472. Violencia de género
Los moratones de su joven y
musculado cuerpo olían como las telas que inundaban el espacio tridimensional de
los velatorios de antaño, gargajos púrpuras que van anunciando a muerto.
Sentado al lado del cadáver, un muchacho agitado, con movimientos repetitivos,
exactos en distancia y tiempo por el extenuante entrenamiento llevado a lo largo
de toda su vida sin comprender nada. Sentado al lado del vivo, rodeado de
cables y pitidos que intentan desesperadamente fintar la guadaña, el mismo
muchacho con los mismos aspavientos. Ambas familias destrozadas en los
purulentos escenarios que la maldad ha conseguido clavarles a escoplo. Futuro y
presente unidos en una singularidad cuántica.
P.D ¡Aúpa, valientes! Se les puede derrotar
P.D ¡Aúpa, valientes! Se les puede derrotar
viernes, 1 de septiembre de 2017
Nanorrelato Nº 471. Lo normal
Se pasaba todo el mes de vacaciones intentando
recordar las contraseñas que usaba en el trabajo y en su vida habitual, ya que
en su día le dijo, un chico muy serio y muy listo que llevaba una camiseta con
la cara de Darth Vader, que era un error garrafal apuntarlas en un post it.
Bueno, las palabras exactas habían sido “agujero de seguridad”; y claro eso
sonaba fatal, sobre todo en los tiempos que corren. Así que, repito, como cada
media hora o así las repetía ayudándose de la musiquilla con la que había
aprendido de niño las tablas de multiplicar:” la de Windows…,ésta; la del
banco...,aquella; la de internet…,laquesea; la de twitter...,esta otra; la de
Facebook...,lademásallá” Y así ¡cada media hora!, porque era enorme la
complejidad y el número tan elevado de passwords, cada una con una mayúscula, una minúscula y
un número como mínimo, por supuesto. Así que el día, que por razones… ¡vaya
usted a saber! decidió quitarse la vida, encriptó la carta de despedida con el
algoritmo más potente que existía en ese momento. Al forense, por tanto, no le
quedó otra que encogerse de hombros dada la imposibilidad de saber la motivación,
a lo que un colega de veraneo del finado apuntó:
«¿Por qué lo habrá hecho? ¡Y estando
de vacaciones! Si era un tipo normal. Ayer mismo me tomé una caña con él, y a la media hora me dijo que tenía que irse a casa para repasar las
contraseñas. Vamos…, lo normal, lo que hacemos todos »
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