Al final fue elegido
presidente de la nación, aunque su partido solamente había sacado un diputado,
él, de los tres centenares y medio que componían el Congreso. Que si sí, que si
no, que contigo puedo pactar y contigo no, que si cordones sanitarios…total:
Presidente. Bueno, pues llegó el día de jurar el cargo y, ya en el pasillo notó
algo raro: nadie le dirigía la palabra. Los medios de comunicación, por lo
visto, ya que no se había enterado porque se levantó como cualquier día,
desayunó tranquilamente y se fue hacia su nuevo puesto de trabajo, le habían
puesto a parir. Sí, todos: los que decían que eran de izquierdas, los que afirmaban que eran de derechas, incluso aquellos que solo hablaban de las
vergüenzas de los seres humanos, todos coincidían en llamarle aprovechado, sin
moral, oportunista, sin ideas claras, que estaba ahí para llevársela…. En fin,
una retahíla de disparates sin parangón. Antes de jurar el cargo, fueron
subiendo a la tribuna cada uno de los portavoces de todos los partidos, coincidiendo al unísono, como si se hubiesen puesto de acuerdo, en repetir las palabras execrable actitud al aceptar el cargo,
como ya habían anunciado los medios de prensa. « Y yo que pienso decir que
necesito, claro, unos días de libre disposición antes de empezar aquí, para
ir a ayudar a recoger gente en el mar… ¡A ver cómo se lo toman!»
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