Volvió a abrir las mismas
cajitas y a sacar las mismas pastillitas de colores dejándolas en el mismo
recipiente para volver a formar, un día más, la reunión farmacológica. Pero
esta vez jugó con ellas: las hizo correr con el dedo una detrás de otra, simulando
un tiovivo cada vez más veloz. Cayeron al suelo y, sin perder de vista ni un
solo centímetro de sus trayectorias, rebotaron formando una pequeña galaxia
multicolor que le hizo sonreír por un instante.... hasta que la realidad las paró
en seco, que es como detiene la realidad. Ella las hubiera tenido flotando un
ratito disfrutando de sus ovalados volúmenes, olvidando durante “ese ratito” el dolor
que emana de su cabeza. Pero la realidad es sordomuda y no escucha ni contesta
las mínimas peticiones, por muy simples que nos parezcan. Y…, volvió a sentir
el dolor, el rechazo, la marginación y la soledad. Se hizo la misma pregunta,
exactamente la que se hacía desde que, día tras día, abría las cajitas, esa que
su médica le había dicho que conseguiría responderse sin ninguna duda….«¡Sin
ninguna duda!» Ese pequeño instante de seguridad que brotó en su maltrecha
cabecita con el eco de su voz…. «Mañana mejor, sin duda»
A mi amiga, psiquiatra.
👏👏
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