— ¡Pero bueno! ¿Qué hace usted aquí? ¿A qué coño ha venido?
— No la entiendo. Pues…
— ¿Pues qué? — dijo todavía más furiosa, si cabe.
— A intentar…, averiguar mi futuro.
— ¿Mi futuro? ¿Su futuro? — respondió la adivina tirando de un manotazo todas las cartas del tarot por los aires— haga el favor de no insultarme, caballerete, y vuelva por donde ha venido. Y tenga. — le entregó de malos modos los sesenta euros convenidos por la adivinación.
— Pero…, perdone…, no la comprendo.
— Es usted un imbécil. Ha tirado su futuro por la ventana. Usted lo conocía perfectamente, sabía que iba a ocurrir…, y lo tira: ¿Qué quiere que yo le adivine? ¿Qué pretende usted de mí? Fuera de mi casa.
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