Dado el garrafal error cometido, el tremendo yerro materializado, el tamaño hiperbólico del abismo creado, no tuvo más remedio que cambiar de profesión. Sí, se puso a estudiar como un loco. Los libros de matemáticas y física caían a una velocidad apabullante con el objetivo de construir una máquina con la que pudiese viajar en el tiempo, y que le devolviese al instante anterior al estropicio anteriormente comentado. No había otra solución. Tenía que volver.
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