Llevaba mucho tiempo dando y dando vueltas como un tigre enjaulado, recorriendo una y otra vez el mismo camino circular, esperando erróneamente que en algún punto de la imaginaria curva apareciese una fuerza tangencial que le hiciese salir del enloquecedor circuito. Pero, como es evidente, dicha esperanza jamás fue cumplida. Y lo peor de todo, lo peor: Que no era un tigre. Y además, lo sabía.
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