El pánico provocó
estragos en sus convicciones. Un jarro de agua muy fría y muy científica le hizo
salir de su estado conspiranoico , crónico desde hacía décadas. Se dio cuenta
de los errores tan grandes que había cometido; pero nadie es perfecto, pensó dándose otra oportunidad como a cualquiera. Así que después del bálsamo
terapeútico que el perdón otorga, borró del ordenador todas las páginas web de
antivacunas, homeopatía, y demás chorradas, y se hizo suscriptor del The Lancet y del The New
England Journal of Medicine, que para empezar ya estaba bien.
«Mirad hijos: vuestro
padre no es perfecto, pero hoy mejoro un poquito: Lo que realmente está pasando es lo que ocurre cuando
una enfermedad no tiene vacuna»
«Papá: Mamá ha pasado
siempre de ti y estamos perfectamente vacunados de todo; ya que te sinceras tú,
nosotros también»
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