Y todo terminó. Y los que
tuvieron bajas cercanas guardaron y honraron las cenizas de sus héroes y las
dejaron en algún sitio fácil de ver, para nunca perder de vista el norte de la nueva
brújula. Y los que por suerte no tuvieron que despedir a nadie les pidieron a
los que sí, que ese sitio también se viese por ellos, así todos mirarían en la
misma dirección si necesitaban recordar para decidir. Y todo el mundo olvidó lo
que había sido, restó importancia a su individualidad, para convertirse en una
parte imprescindible de un todo. La conciencia social se extendió y arraigó en
la mayoría del material genético de la gente, y dicho gen de nueva creación ya
formó parte del genoma de la nueva raza humana. Y los mares se llenaron de
peces y se vaciaron de plásticos. El aire de las ciudades era tan fresco y
limpio como en la mismísima cumbre del Everest. Y ningún político jamás de los jamases
se le ocurrió mentir al pueblo. Y nadie viajaba a hacer turismo sexual ni
barbaridades mayores. Los extremismos religiosos fueron apagándose hasta
desaparecer. Las armas que portaban las fuerzas y cuerpos de seguridad de los
países tenían un tono de herrumbre por no ser usadas. Y un sinfín de cambios se
fueron perpetrando en los años siguientes al 2020. Y, ahora que soy muy viejo y
viví todo aquello, quería contároslo mis nietecitos del alma, que nunca dudéis que
este mundo es mejor que el que yo viví, salvo por los que se fueron, que los
echamos mucho de menos.
Ojalá sea cierto!.Ojalá toda esta vorágine sirva para después vivir en un mundo mejor!.Quizás la naturaleza nos ha enviado un correctivo pq lo estábamos haciendo muy mal.
ResponderEliminarOjalá, Carmen. Ojalá seamos mucho mejores....aunque yo soy muy bueno y poco más puedo mejorar jajajjajja. Un beso fuerte
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