Estaba aterrorizada con la decisión que había fraguado en su interior, pero no tenía
otra. Era ya demasiado tiempo aguantando barbaridades, escuchando cada vez más
cerca y más fuerte burdas mentiras, que habrían sido aniquiladas con solo
mirarla, no digamos ya escucharla. Pero no, nadie la veía, nadie la oía, nadie
la leía. Daba igual lo clarito que dijera esta o aquella cosa, daba exactamente
lo mismo. Siempre estéril era la respuesta. A veces era tan ridículo, o eso le
parecía, que era como si aquella nefasta restauración, el Ecce Homo de Borja, se confundiera con un emotivo rostro de algún
cuadro del genial Murillo. Pero así era “la cosa”, como se dice en el lumpen.
Hacía ya tiempo que las noticias iban excluyéndola, porque si llevaban, aunque
sólo fueran trazas de ella, el número de lectores disminuía exponencialmente y “el
negocio es el negocio”. Viendo su estrepitoso fracaso, ejecutó por
tanto su decisión: materializarse en una mendiga. Creo que ella, la Verdad, vaga errante de
albergue en albergue, de cajero en cajero, burlando día a día a la muerte, y ya
sabemos que detrás de la muerte…está la nada. Hacia allí vamos, pues. FIN
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