Las investigaciones se
multiplicaron como setas dada la gravedad del asunto. Un sinfín de
universidades, empresas y demás, se lanzaron con la máxima ansiedad científica
a intentar diseñar el mejor test que diese una respuesta rápida y fiable ante
el coronavirus y los que pudiesen venir en un futuro, que querían dejar
bastante allanado el camino en este sentido. Tanto esfuerzo y dinero puesto en
juego dio su fruto, y los genetistas avanzaron una barbaridad. Uno de los
grupos de investigación, que he de añadir que siempre hay alguien genial que
destaca entre los muy sabios, se dio cuenta de que entre los receptores
celulares descubiertos había dos cuya existencia era excluyente, es decir, solo
podía haber uno de ellos en cada español, bueno, en sus células, para ser más
acertado. Uno de los receptores correspondía a personas de izquierdas y el otro
de derechas. Por tanto, toda esa libertad de pensamiento de la que los países
democráticos presumen hasta el infinito y más allá, como diría el juguete de
aquella película, resultó ser completamente falsa: todo estaba dirigido y
sentenciado por la genética. Los libros fueron modificados y donde se hacía
referencia a esas “dos Españas” se cambió por “alelos de España”. Así que nada
se podía cambiar… ¡Y Machado acertó esto mucho antes de que nadie supiera ni
tan siquiera de la existencia de la doble hélice…, vaya genio que era don
Antonio!
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