No recuerda cuando se hizo asesino
ni cuando el mercado le especializó en asesino a sueldo. Pero lo que nunca se le olvidará es cuando llegó la
crisis…, ya que las crisis son para todos, para los que venden coches y para
los que te meten una bala del calibre 7,62. En la nueva normalidad los encargos
estaban muy mal pagados y, al no disponer de cash, sus disfraces ya no eran buenos. Una vez utilizó una peluca
que le produjo un sarpullido y tuvo que ir al ambulatorio, donde sin tarjeta,
claro está, no le atendían, así que dejó rastro de su identidad, algo
impensable antes del COVID-19. Al último lo mató con un garrote. ¡Maldita
crisis!, exclamó escondido en una pensión de mala muerte mientras oía a la
dueña aporrear la puerta gritando que le debía una semana.
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