Y casi al final de la
pandemia, cuando las mascarillas y la lejía junto con su amante la solución
hidroalcohólica, tenían acorralado al virus, el último de ellos, no el más
listo pero sí el más observador de humanos, mutó. Pero no se convirtió en otro
virus más letal, como el de Ébola por ejemplo, que habría sido lo lógico desde
un punto de vista exclusivamente vírico, no. Se convirtió en humano, en
imitación de conductas humanas, quería decir, que él siguió con su forma de
virus. Y así se hizo eterno entre los hombres, ya que su entrada en las
víctimas no era mediante ataque a receptores de membranas, ni a bicapas
lipídicas, ni nada de eso. Lo hacía mediante la mentira, el engaño, las falsas
promesas, curriculums vitae robados, etc,
cualidades todas ellas muy humanas. Pero fue de listo, y en el paquete de
dichas características mayoritarias de esa especie, también estaba la de la incompetencia,
Así que cuando su material genético llegaba al núcleo celular, no tenía ni idea
de qué hacer, porque…, no se lo sabía. Así que tenemos un virus indestructible
y errante de cuerpo en cuerpo, sin consecuencias para ninguna especie, ni la
suya ni la humana, creyéndose muy listo, eso sí, que esa es otra cualidad muy
llamativa de la numerosa subclase humana denominada “los mediocres”.
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