Llevaba cuarenta y ocho horas mirando fijamente el móvil, esperando una señal, un pitido sanador de su mal. El sueño estuvo a punto de vencerle varias veces, pero su irracional cabeza se lo impidió las mismas, ya que era importantísimo conseguir la medicina al precio que fuera. Pero no sonó. Ya lo había hecho cuarenta y ocho horas y un minuto antes. Cayó rendido.
Me han encantado estos relatos!!!!!!
ResponderEliminarun abrazo