Un buen día, y recalco lo de bueno por lo que voy a relatar a continuación, la felicidad se le presentó de golpe. Al principio se quedó parado, perplejo ante lo diferente que era de lo que había imaginado en sus neuróticos sueños. Se acordó de la tan manida frase de que “la realidad siempre supera a la ficción”, y se dio cuenta de lo estúpido que había sido, que nunca había estado más claro que ambas cosas, realidad y ficción, no tenían nada que ver, ni se podían superar ni mucho menos coincidir… salvo en algunas pequeñas cosas: el color azul del cielo, el color azul del mar, el color azul de tu pijama. Siguió un buen rato embobado.
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