Y después de muertes, decepciones, enfermedades horripilantes a personas amadas que conllevan esfuerzos titánicos, traiciones viles (como todas) pero incomprensibles que las hace mucho peores, amistades milenarias hechas añicos, deseos no materializados ni “por el forro”, crisis monetarias que hacen mirar el precio hasta en los mercadillos, canas que no dejan de salir… se dio cuenta de que no había cambiado ni un ápice, que seguía creyendo en la vida como el primer día en el que fue consciente que estaba viva. Se pidió una caña y se rió un ratito con un viejo amigo.
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