Todo el día, todos los días vamos, y a todas horas, tenía siempre el mismo pensamiento. No era una obsesión, pero casi. Tan era así, que desde el mismísimo Olimpo se interesaron en ver que pasaba, y el propio Zeus se personó ante él. Le pareció tan importante, que no delegó la misión en ninguno de sus dioses menores. Y aquí descendió, con su barba blanca, expectante ante lo que habría de oír (dada la recursividad provocada en el humano) ¿Y que le pidió? : Pues lo que le pediría cualquiera.
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