Un día que volvía a su casa sudorosa de hacer mecánicamente mil cosas a la vez, como el resto de los días por otra parte, se fijó, mientras caminaba aceleradamente, en su silueta en el escaparate de una funeraria: y se encontró guapísima. Y en ese momento, tiró las bolsas de la compra a la basura, se metió en una pelu, se maquilló como una puerta, no volvió a aparcar en doble fila jamás, escribió poesía, veía como una posesa películas de Disney y hasta incluso jamás volvió a darle asco el recoger (con un guante, eso sí) las heces de su perrito, que también debió de encontrarse guapo ya que tampoco dejó de saltar de alegría nunca.
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