Tantas veces leyó su libro favorito, tantas y tantas veces jugó con el deseo, que un día ocurrió lo que repetidamente le había maravillado: se despertó convertido en un insecto horripilante. Sí, la metamorfosis era real. No, no piensen ustedes que fue a mirarse en el espejo y ¡zas! No, al ir a ver la hora, como todas las mañanas justo al despertarse, se dio cuenta de que el reloj se encontraba en la patita más alejada, pudiera ser la séptima o la octava. Inmediatamente después se tapó con la manta (es posible que con la tercera o la cuarta) e intentó no ponerse nervioso en exceso, porque no hacerlo habría sido imposible. Y ahí siguió tapado, ya que era ridículo hacer cualquier cosa como intentar esgrimir a su familia una explicación o buscar alguna escapatoria, porque ya sabía el final de la historia, el final del libro, del libro favorito.
Hay metamorfosis y hay vidas para ser leídas mucho mejor que para ser escritas.
ResponderEliminarYa acabé tu libro, me gusto, me pareció muy valiente. Ya hablaremos