Todas las noches aguardaba paciente su salida. A veces no ocurría, pero esperaba independientemente del resultado. Sentada en su nenúfar, miraba hacia arriba y, cuando aparecía, cerraba los ojos para sentir su luz. Le daba igual que fuera creciente, menguante o llena o nueva. No le importaba su forma. Croaba pausadamente, dándole las gracias por su blanquecino regalo. Jamás supo que la luz se la regalaba otro, y ella nunca se lo dijo y por ello él lloraba todas las noches.
Obra del pintor Andrés Calderón Sánchez
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