Y llegó el día, sí, ese que parecía que nunca iba a venir, que jamás acudiría. A pesar del calvario pasado durante el breve tiempo precedente a su jubilación anticipada, corto pero eterno, no había salido “mal parado”. Pero ese final correcto y justo, no era suficiente para calmar la tristeza que sentía, la injusta y a destiempo desesperación que le envolvía. En toda su vida al frente de la recepción de su magnífico hotel, siempre había estado al servicio de su verdadero jefe: El casillero. Sí, ese maravilloso enjambre situado a su espalda ¡Cómo era eso posible! ¡Cómo no iba a volver a sentir aquellos huecos rellenos hasta los topes de…vida! ¡Cómo haría para desentenderse de tantas noches de amor, de amistad, de triunfo, de desesperación…! << ¿Pero es que nunca se han fijado en mí?>> Sí, él jamás había desfallecido en su misión. Nunca había consentido que nada se supiera, jamás había permitido que nada saliera, se derramara, de aquellas cavidades maravillosas. Nunca más volvería a ver su imponente fachada. Claro, ya era un jubilado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario