Miró a su padre. A pesar de la gravedad, le encontró sereno y tranquilo. Le cogió una mano. También la encontró serena y tranquila. Volvió a mirarle y vio la vejez en sus cansados párpados.
— Yo no te enseñé eso ¿Dónde lo aprendiste?
— No te entiendo padre ¿A qué te refieres?
— No me preguntes lo que sabes perfectamente, no te hagas ahora “la pequeña” ¿Por qué piensas eso de la vejez?
— Eh…no hay quien te engañe.
— Sí, sí que hay quién, pero eso no importa. Lo relevante es que tienes que borrar de tu cabeza, y por tanto de tu vida, ese pensamiento. Para ello, hija mía, no te queda más remedio que apartar a la persona que te lo transmitió. Ahora, déjame descansar y espero que sepas perdonarme. La clase ha terminado.
Si apartas a los viejos ¿la sabiduría?. Tino
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