La verdad, la nauseabunda verdad, inundaba toda su cabeza sin darle el menor respiro. La madre de todas las batallas seguía su curso, dejando sus circunvoluciones sembradas de cadáveres. La liza entre lo que sabía, lo que debía y…lo que haría, llegó a su momento álgido. Miró su toga, a su defendido, se levantó y habló. Y fue un buen profesional.
El defendido también tiene su verdad. Tino
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