El sol seguía sin salir. La luna continuaba agazapada ¿Y las estrellas? Las estrellas ni existían. La espera se solidificaba y el final seguía sin aparecer. Levantarse de la cama, un acto tan simple, se había convertido en la escalada al Annapurna. Todos los días tenía que coronar su cima para comenzar a hacer lo que más odiaba y lo que más amaba: Entrar en su subconsciente y pintar. Lo intentó todo para que el lienzo no le atrapase, hasta incluso taparse los ojos. Pintó borracho, pintó agotado y hasta pintó de rodillas pidiéndole clemencia. Pero siempre, en algún descuido, el cuadro conseguía guiñarle un ojo. Y…las estrellas brillaban por su ausencia. Y… las gotas seguían cayendo maravillosamente.
¡CÓMO CUESTA AVECES RETOMAR LA VIDA! UN SALUDO
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